En los últimos tiempos se ha difundido la especie de que el gobierno español, integrado por PSOE y UP, es el primero de coalición desde los tiempos de la II República. Algunos se olvidan de que en la época franquista también había gobiernos de coalición, en ese caso entre miembros del Opus Dei, falangistas, monárquicos, militares y rara avis como Joaquín Ruiz Giménez, que debía de ser una especie de franquista de izquierdas.
Segundo Gobierno PSOE-Unidas Podemos. Foto: wikipedia |
Y tras este pequeño aperitivo, entramos en materia. Quería hablar hoy del citado gobierno, según algunos voceros, el más progresista de la historia. En fin, el que no se conforma es porque no quiere. Es cierto que el gabinete que preside Pedro Sánchez puede ser calificado de progresista, en el sentido de que no es un gobierno reaccionario, pero de ahí a ensalzarlo como una especie de gobierno revolucionario al servicio de los oprimidos va un buen trecho.
Hay que reconocer que Sánchez se ha sabido ganar el apoyo de los grupos parlamentarios de izquierdas, como ERC, EH Bildu o BNG, pero su política general está lejos de poder considerarse realmente de izquierdas. Podemos empezar por la no derogación de la reforma laboral, pactada con EH Bildu, pero de la que nunca más se supo. La ministra de Trabajo, otro meteorito sobrevalorado, habla de hacer algo antes de final de año, pero no sé si se estará refiriendo a las campanadas, como es gallega ella. Luego viene la no derogación de la ley mordaza, que sigue siendo aplicada con ardor por las delegaciones del gobierno progresista, mientras Podemos mira hacia otro lado, como si no estuvieran en el ejecutivo. Qué decir de los precios de las viviendas en alquiler, un asunto tenebroso en el que el alma más liberal del gabinete golea por la escuadra a las más decididamente intervencionista, que tampoco es que saque mucho pecho.
Luego podemos pasar a comentar lo ocurrido con el sector bancario, en el que la participación pública en Bankia no ha servido para atajar los abusos de las grandes firmas financieras. ¿Hay por ahí alguna voz que exija la conformación de una verdadera banca pública que le ponga las cosas difíciles al actual oligopolio Santander-Caixabank-BBVA-Sabadell? Me temo que ni rastro de ella. En estas mismas semanas los grandes bancos preparan un severo adelgazamiento de sus plantillas, y el cierre de buena parte de sus oficinas, dejando a muchos municipios del Estado español sin servicio bancario. Aplausos generalizados y mutis por el foro del gobierno más progresista de la historia.
Podemos pasar al tema de la energía eléctrica, la luz para los mortales, asunto en el que el gobierno se limita a respetar la ley del mercado, manipulada por la troika eléctrica Iberdrola-Endesa-Naturgy, empresas que acumulan ganancias millonarias a costa de sablear al consumidor. Y la cosa va para largo, mientras el gabinete es incapaz siquiera de amenazar con la estatalización de alguna compañía para acabar con la rapiña actual. Al emporio eléctrico no se le toca, al igual que pasa con el bancario.
Es también cierto que alguna cosa buena han realizado, como el llamado Ingreso Mínimo Vital, lo que ocurre es que las expectativas han sido defraudadas también en este tema, debido a las enormes dificultades para cumplimentar las solicitudes, el lento mecanismo de concesión y el bajo porcentaje de demandas admitidas sobre el total de peticiones realizadas. Una medida espectacular que, al ser concretada, pierde bastante fuelle.
En demasiadas ocasiones la política progresista del gobierno se queda en meras declaraciones, pero sin dar siquiera medio paso a la hora de ponerlas en práctica. No tiene ninguna intención de hacer frente a los grandes poderes económicos del Estado, porque se encuentra muy cómodo con el discurso extremista de las tres derechas, que lo convierte de facto en un gobierno de extrema izquierda comparándolo con ellas. El miedo a la ultraderecha es el mejor aliado del gobierno "progresista" de PSOE y Unidas Podemos, haciendo ver a los grupos parlamentarios que más vale apoyarle antes de que se produzca el advenimiento del nuevo Movimiento Nacional de Díaz Ayuso y Abascal.
En tiempos de pandemia y mascarilla, Sánchez y sus ministros y ministras, se colocan la máscara progresista para deleite de los parroquianos. Es una pose que puede funcionar durante un tiempo, pero que al final se les caerá y quedarán al descubierto con todas sus carencias. Lo malo es que cuando eso ocurra puede ser demasiado tarde para rectificar y es posible que para ese momento la derecha se coloque al mando del timón gubernamental, pero en este caso sin máscaras, porque no le hacen falta. ⧫
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