2020/10/26

Obedientes

La permanente pandemia en que vivimos desde que arrancó el año está consiguiendo matar a cientos de miles de personas en todo el planeta, arruinar la vida de millones de personas, trastocar las costumbres sociales y lo que es peor, convertirnos en seres humanos obedientes en un grado superior al razonable.

Las autoridades que toman las decisiones sobre nuestras vidas están continuamente ofreciendo datos, haciendo análisis de la situación, errando en sus pronósticos y contemplando una batería de medidas restrictivas de las cuales desconocemos su verdadera eficiencia a la hora de atajar la propagación del virus.

No se trata de negar la existencia del covid-19, como algunos hacen, ni de creer que la tierra es plana, pero que tampoco nos hagan tragar con el misterio de la Santísima Trinidad, porque lo del Espíritu Santo en forma de paloma no cuela. Los portavoces de las distintas administraciones, y no voy a dar nombres, se empeñan en quitar hierro al asunto e insisten en que la curva se está aplanando y que se observan signos de estabilización. Al día siguiente el presidente del Gobierno español anuncia un nuevo Estado de Alarma, en este caso en forma de Toque de Queda, lo que nos trae a la memoria tantos y tantos pronunciamientos militares de otras épocas, todos ellos cruentos. 

Da la impresión de que están funcionando con el método de prueba y error, el problema es que entretanto la gente se sigue muriendo, y no solo de covid-19, los hospitales se llenan, los mayores sufren en las residencias y muchos establecimientos se ven abocados al cierre. 

Además, después de todo lo que vamos observando, se desprende una absoluta inoperancia de los gobiernos en cuanto a la adopción de medidas que supongan importantes desembolsos presupuestarios. Me refiero a reforzar las dotaciones de personal en la asistencia primaria; aumentar el número de rastreadores; multiplicar la frecuencia de trenes, autobuses y metros para evitar aglomeraciones de viajeros; dotar a los centros de enseñanza públicos de un mayor número de profesores para reducir los ratios de alumnos por aula o incrementar las inversiones en investigación médica y de laboratorio para diseñar vacunas y tratamientos específicos contra la pandemia.

Combatir el coronavirus tan solo con restricciones de los derechos individuales de la ciudadanía no es una estrategia válida. Además de confinamientos y toques de queda, de criminalizaciones a unos u otros colectivos, como los jóvenes o los hosteleros, habrá que implementar medidas propositivas que ayuden a evitar la propagación del covid-19. Pero para eso se necesita una determinación política que no se aprecia en los gobiernos que padecemos, ni en el español, ni en el francés, ni en el vasco, ni en el navarro. Y a la voluntad política ha de añadirse, claro está, un esfuerzo económico digno de una cuestión que ha puesto en entredicho la propia convivencia y el modo de vida que hemos tenido hasta el momento.

Queda para otro comentario lo apuntado al inicio. La batería de restricciones admitidas sin mayor problema por la inmensa mayoría de la población, nos ha hecho más obedientes si cabe. La calle ha dejado de ser un espacio para el ejercicio de la libertad de expresión y la crítica social. El intento de trasladar esas críticas a las redes sociales es loable, pero insuficiente, amén del riesgo que se corre por la utilización en ellas de consignas falsamente antiautoritarias por parte de la extrema derecha neofascista, que enarbola la bandera de una pretendida lucha contra la dictadura del gobierno. 

La situación no es fácil, y hay que subrayar que la izquierda puede verse desdibujada si sigue encabezando medidas de recorte de libertades en aras de combatir la epidemia, frente a un liberalismo de manual que propone medidas más laxas. al priorizar la economía sobre la salud de las personas. ⧫ 

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