2019/10/12

La novedad como síntoma

Llevo tiempo dándole vueltas al tema y al final me he animado a ponerlo en este pequeño rincón de la red global. En las últimas décadas se ha hablado con insistencia de las repercusiones sociales de un fenómeno tan inaprensible como la moda. ¿Qué es estar de moda? ¿Por qué algo o alguien se pasan de moda? Interesante cuestión. 

Ahora bien, si la moda ya aceleró los procesos productivos en los años cincuenta y sesenta, en estos momentos la velocidad que registra es vertiginosa. Todo el mundo se apunta a la moda, a la renovación permanente, a la adquisición de la novedad por la novedad, sin más razones aparentes. 

Voy a poner algunos ejemplos paradigmáticos. Uno de ellos, sino el que más, es el de las camisetas de los equipos de fútbol. Cada temporada varia su diseño de forma notoria, no solo en el caso del equipaje principal, el más conocido, sino el de la segunda y tercera equipación. Cuando yo era joven, hace ya unas décadas, los equipos de fútbol mantenían año tras año su camiseta y sus pantalones, acaso había algún leve cambio en las medias. Y tampoco solía haber segunda equipación, como mucho se cambiaban los pantalones de oscuros a claros y a jugar.

Otro ejemplo de libro es lo que ocurre con los himnos o canciones de las fiestas del euskara, como Kilometroak o Korrika, cuyas músicas cambian en cada edición. Que lejos del afán de permanencia del "Gernikako arbola" o el "Txoria txori" de Laboa. El sentido de la identificación con un evento concreto se pierde absolutamente en aras a la novedad.


Equipo del Athletic Club luciend la camiseta diseñada por el artista Dario Urzay.


Y para que hablar de la costumbre, rayana en la enfermedad, de cambiar de teléfono móvil cada año o cada seis meses, siguiendo las novedades de las continuas reestilizaciones de las grandes marcas del mercado. La utilidad del aparato no consiste en que funcione correctamente, sino en que incorpore el último grito tecnológico o la cámara de fotos más completa, apenas una micra mejor que la anterior, desechada por obsoleta.

Podríamos seguir trayendo ejemplos de obsolescencia consumista, pero no es necesario. Existe una maquinaria precisa, engrasada por la doctrina capitalista, que funciona a la perfección y de la que somos partícipes, unos más y otros menos, en nuestra calidad de consumidores. 

La irrupción de las nuevas tecnologías ha conseguido que todos estos fenómenos de consumismo compulsivo se aceleren, acorten sus plazos y conviertan la caza de la última novedad en una especie de rito a cumplir. En caso de no hacerlo, el grupo te expulsa de su círculo y acabas siendo el aguafiestas, el raro que le saca pegas a todo.

Son fenómenos sociales muy difíciles de combatir, pero algo se puede hacer siempre. En la medida en que cada persona restringa en cierta medida su afán consumista, cambiando de móvil cuando en realidad se haya estropeado de verdad o dejando de comprar la última versión de la camiseta de su equipo favorito, estará ralentizando en algún grado la fiebre. Además de ayudar a que la crisis climática no se agudice. ⧫    

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