2017/08/16

Ilusionismo

El ilusionismo trata de hacer ver lo que no es, o, mejor dicho, de ocultar los hilos que mueven la realidad. Normalmente se refiere a un espectáculo de entretenimiento que se ofrece en salas de fiestas, teatros y programas de televisión. Incluso se puede hacer ilusionismo desde la radio, si lo sabrán tantos y tantos abnegados tertulianos en esas mañanas tontas en las que no hay noticia que llevarse a la boca.

Pero aquí nos vamos a referir a otro tipo de ilusionismo, el que afecta al resbaladizo terreno de la política. Un ilusionismo que consiste en poner delante de los ojos del público, previamente dispuesto a dejarse engañar, una serie de efectos visuales, en apariencia fantásticos, que no son sino meros trucos de profesional avezado en esas artes ilusionistas, a veces calificadas de mágicas. 


Un reciente clásico del ilusionismo político, que recuerda a la campaña "por el cambio" del PSOE de Felipe González en 1982, es el protagonizado en la República francesa por el señor Emmanuel Macron. Un disidente por la derecha del PS, que se ha llevado el gato al agua con un discurso de cambio, de lucha contra la corrupción y de fe en Europa. Le han votado por igual izquierdas y derechas, pero él representa la genuina derecha liberal, inteligente y flexible, que desarma con su fina esgrima a la amazacotada izquierda de Jean-Luc Mélenchon, que quiere reverdecer un patriotismo republicano rayano con el jacobinismo más espurio. 

Otro ilusionismo a estudiar es el protagonizado por el PP de Mariano Rajoy Brey, que ha conseguido en sucesivas elecciones ganar los comicios pese a las múltiples casos de corrupción que afectan a su partido. En este caso el truco ha sido doble, por un lado alegar que quien más lucha contra la corrupción es él mismo y por otro asentar la idea de que la crisis económica ha sido superada, pese a los millones de desempleados y los sueldos de miseria existentes. Como político se le podrá criticar, pero como mago no tiene precio.

Alumno aventajado de Rajoy es el actual lehendakari de la CAPV, Iñigo Urkullu Rentería, un político centrista, o sea conservador, que sabe navegar con discreción, sin meter mucho ruido. Su ilusionismo es de andar por casa, la situación de "Euskadi" es mejor que la de el Estado español y se acerca en sus parámetros esenciales a la de los países más avanzados de la Europa del norte, la más rica y atractiva. Luego, si se entra al detalle, se comprueba que la cosa no es para tanto, pero la idea general está asentada en la opinión pública y funciona, que es lo decisivo a la hora de revalidar mandatos electorales.

También podríamos dedicarle un párrafo al ilusionismo del líder del PSOE, Pedro Sánchez, que ha sido capaz de volver a empuñar el timón del partido tras haber sido defenestrado previamente por sus compañeros del Comité Federal. Y todo lo ha conseguido gracias a vender una imagen de persona de izquierda que no es en absoluto. Ha sabido ilusionar a las bases de su partido, cansadas de tanta filigrana institucional y deseosas de desbancar a Rajoy y el PP de la Moncloa. Pero ni Sánchez es Corbin, ni Corbin es tan revolucionario como nos hacen creer algunos trotskistas bienpensantes. La socialdemocracia intenta renovarse dándole una mano de pintura roja a una fachada herrumbrosa. Eso es todo.

El lector se preguntará si no hay más ilusionismos en la lista. Sí que los hay, pero merecen un capítulo aparte en estas entregas aperiódicas a las que llamamos blog. ⧫  

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