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Diríase que se encuentran a su vez en pleno estiaje, a la espera de acontecimientos. Un tanto a la sombra de lo que pueda ocurrir en Catalunya el uno de Octubre. Si se concreta el paso adelante soberanista en tierras mediterráneas, se podría producir un efecto dominó en Euskal Herria, si no inmediato, a medio plazo. Si, por el contrario, el proceso catalán se atasca y se queda en un empate sin salidas claras, el efecto pernicioso para nuestro país puede ser enorme.
Al margen de lo que suceda en Catalunya, que no está en nuestra manos resolverlo, existen una serie de indicios que muestran la endeble salud del soberanismo vasco. Por un lado resulta preocupante que los últimos estudios sociológicos den a entender una consolidación e incluso ganancia de escaños en la CAPV para el PNV. Todo ello después de haber pactado con el Partido Popular los Presupuestos generales del Estado y apoyado el límite restrictivo al techo de gasto.
Unos acuerdos bilaterales que se producen con un PP agujereado por la corrupción, sin mayoría clara en el Congreso y absolutamente intransigente en el tema de presos. El PNV tan solo ha conseguido a cambio de su apoyo ventajas en el Cupo y un cierto impulso a las eternas obras del TAV. Sin embargo, los encuestados premian esa política pragmática y pactista, alejada de estridencias, y sin sintonía con el proceso soberanista catalán.
Al final, como ya hemos dicho en alguna ocasión anterior, el PNV es la organización que mejor mimetiza la realidad sociológica vasca, que se resume en vivir confortablemente y no meterse en líos. Puede que algunos nos empeñemos en cambiar esa fotografía, pero parece evidente que nos volveremos a dar con la cabeza en las losas del frontis.
De lo dicho se desprende que la bicha, la alianza PNV-Izquierda abertzale, se encuentra más alejada que nunca de su concreción efectiva. Hay quienes insisten en ella, también dentro de EH Bildu, pero las cosas son como son y no como queremos que sean.
Hablando de Bildu, resulta llamativo que su conformación, en un estadio más avanzado que el de simple coalición, ha traído dos inquietantes sorpresas, y las dos negativas. Por una parte la escasa participación en el debate telemático puesto en marcha al estilo Podemos, menos de cinco mil inscritos, y por otra la falta de unidad en Eusko Alkartasuna a la hora de abordar ese avance organizativo. Habría que decir que la mitad del partido teme la desaparición efectiva de las siglas en aras a una realidad organizativa más amplia. Preocupante. Ahora bien, en las últimas elecciones en que se presentó EA con sus siglas tan solo obtuvo un escaño en el Parlamento de Gasteiz. El partido, antes de integrarse en Bildu, sufría un evidente desgaste que ponía en duda su continuidad como fuerza independiente. Conviene señalarlo.
Se suele decir que un proceso soberanista sin vertiente social está llamado al fracaso. Seguramente así será. En Euskal Herria contamos, a diferencia de Catalunya, con dos centrales sindicales soberanistas que agrupan a casi 150.000 trabajadores. Una fuerza que si se sabe poner en marcha puede ser piedra de toque para operaciones de gran calado social. Sin embargo, pasados los congresos de ambas centrales, no se acaba de ver una iniciativa conjunta que impulse una mayoría social soberanista.
Da la impresión de que permanece el recelo entre los dos sindicatos, probablemente causado por el desequilibrio de fuerzas entre uno y otro. Parecería razonable que, visto el panorama político existente, a medio plazo se vaya hacia una Intersindical que una fuerzas respetando la autonomía propia de cada cual. Pero la operación resulta complicada de concretar, con riesgos en ambas orillas. EH Bildu sigue expectante, pero el PNV todavía más. Abordaremos el tema con más detenimiento tras las vacaciones.
Pronto se cumplirán seis años de la declaración de la organización clandestina ETA renunciando a su práctica armada. Desde hace meses se trata de una organización desarmada, que debate sobre su posible autodisolución. Sin embargo, el Estado no da ningún paso en clave resolutiva. Al contrario, aprieta las tuercas, como se ha visto en la petición fiscal del caso Altsasu. No ha habido acercamiento de presos, ni libertad para los presos enfermos, ni nada de nada. Y se sigue con la cantinela de los 300 atentados sin clarificar. El Estado no cede ni un milímetro, mientras el colectivo de presos políticos se abre a la búsqueda de soluciones más pragmáticas y realistas que las de mera resistencia. Por este frente tampoco se dan avances que posibiliten una mayor acumulación de fuerzas en torno al proceso soberanista.
Termino. Las diversas encuestas pronostican un voto por la independencia de entre un 17% y un 30% en una hipotética consulta, según el barómetro de que se trate. Porcentajes que sin duda se incrementarían de vislumbrarse cercana la celebración de un referéndum. De todos modos queda mucho por hacer. Grandes bolsas del voto al PNV no apostarían por esa opción; en Podemos todo son incógnitas y, hoy por hoy, el voto independentista en el seno del PSE-EE se puede acercar al 0%. Queda Bildu, pero a la coalición le falta gasolina para emprender ese camino con visos de lograr un triunfo o al menos aproximarse a él. Todo lo que no sea situarse en un 45% a favor de la independencia, como suelo mínimo, sería una estruendosa derrota.
Al menos podemos decir que, pese al estiaje, el río soberanista sigue aportando agua a la causa libertaria. No se ha secado. Es cierto que necesita aumentar el número de afluentes que aporten líquido al caudal general por la libertad del país. En ello deben estar los agentes implicados. Veremos como se presenta el próximo curso. ⧫
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