2015/10/14

Dos mujeres, dos finales

Dos mujeres de Euskal Herria, profesionales de la política, son actualidad estos días por cuestiones bien distintas, pero con el nexo de unión que supone el fin de sus carreras políticas. Arantza Quiroga, presidenta del PP de la CAPV, por haber presentado su dimisión tras haber sido desautorizada desde Madrid por plantear un pequeño movimiento de aterrizaje de su formación en la realidad vasca. Yolanda Barcina, ex presidenta de Nafarroa Garaia, por protagonizar un nuevo caso de puertas giratorias, cuando hace dos meses prometió no traspasarlas y dedicarse por entero a la enseñanza en la Universidad.


Quiroga no solo ha dimitido de su responsabilidad interna en el PP, sino que ha anunciado su retirada de la vida política, tras 21 años de dedicación. Tras meses de perfil bajo, con un partido en decadencia en la CAPV, presentó una propuesta alternativa de convivencia en el que trucaba el término condena por el de rechazo expreso de la violencia. Un cambio más simbólico que real, con el que pretendía que en la ponencia parlamentaria se encontrasen en el futuro con EH Bildu, formación que reconoció el gesto de Quiroga.


Ese mismo reconocimiento fue posteriormente utilizado para presionar a la presidenta, que se vio obligada a desdecirse de la propuesta. Una desautorización que ha conducido al abrupto final de su carrera política. En mi opinión el movimiento encabezado por Quiroga era escaso, de pocos milímetros, y había sido sobrevalorado por el resto de agentes y por los medios de comunicación. Tan solo era significativo teniendo en cuenta que durante años no había existido movimiento alguno por parte del PP. Ahora nos quedaremos sin saber si hubiera tenido algún recorrido en el parlamento de la CAPV.

El caso de Barcina es menos complejo y obedece a las peores practicas de la política profesional. La entrada de la ex presidenta navarra en el consejo de Movistar+, filial de Telefónica, supone otro ejemplo más de la desfachatez de la gran mayoría del arco político. Casos como los de Aznar, Felipe González, Elena Salgado o Josu Jon Imaz son bien conocidos. La empresa privada compensa con regalías (unos 200.000 euros anuales) los favores recibidos en la anterior actividad política de los premiados. Barcina, que ya fue salpicada por el escándalo de Caja Navarra, remata el final de su carrera política del peor modo posible.
 

Es reconfortante poder hablar de dos personalidades políticas femeninas de Euskal Herria en un mismo artículo. Representa una cierta normalización, tras siglos de dominio masculino de la escena. Se trata de los episodios finales de sus respectivas carreras políticas. Arantza Quiroga parece que pone el punto final con una cierta dignidad, sin caer en enmascaramientos ni afeites, mientras que Yolanda Barcina, fiel a su trayectoria personal, vuelve a embarrarse en el lodo.

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