En política pasa otro tanto. Tras las elecciones municipales y forales del 24 de mayo, nos encontramos con un cierto perfume de cambio, especialmente en Nafarroa Garaia. El neocarlismo de UPN, que sigue siendo la fuerza más votada, no lo olvidemos, cede el bastón de mando en la Diputación y en el Ayuntamiento de Iruñea a una entente plural y diversa cuyo objetivo compartido era precisamente desalojar del poder institucional, que no del Poder en sí (que es otra cosa), a la formación regionalista.
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Escribo estas notas la víspera del acontecimiento, para no estar influido en exceso por él. Quiere decirse que las noticias que nos llegarán desde Nafarroa Garaia serán merecedoras de una sonrisa, sin duda, pero no de una sonora carcajada. Habrá muchas dificultades para llevar a buen puerto tanto el Gobierno foral como el principal ayuntamiento navarro. Las fuerzas están muy equilibradas, se desconoce el papel que jugará el PSN y es muy posible que algún diario navarro esté preparando su munición para desbaratar al nuevo gobierno, disparando contra el eslabón más débil que encuentre a su paso. Al loro.
Desde donde escribo puedo imaginarme el alivio que deben sentir tantos miles de navarros, hasta ahora acogotados por los gobiernos de Sanz y Barcina. No digamos los euskaltzales más comprometidos, que ven ahora la posibilidad cierta de que se enmienden tantos despropósitos en torno a la lingua navarrorum. Me alegro por ellos. Sin embargo conviene tener en cuenta que los resultados electorales arrojan una mayoría relativa de UPN, tanto en el Parlamento foral como en el Ayuntamiento pamplonés. Cambio habrá, sin duda, otras cosa es que se concrete en una verdadera y duradera transformación política.
Han sido muchos años de entente navarrista en la que han participado, con mayor o menor grado de protagonismo partidos políticos como UPN, PSN, PP y CDN; agentes económicos y sociales como la CEN, UGT y CCOO, prácticamente todas las instituciones del territorio y el antes mencionado periódico. Reconstruir todo el entramado institucional dañado por ese pacto de hierro anti-abertzale, costará lo suyo y me temo que cuatro años no serán suficientes para tan ingente labor.
Es necesario levantar las alfombras, abrir puertas y ventanas, dejar que la ciudadanía se haga dueña de su destino y al final de todo el proceso de oxigenación, encalar de nuevo la fachada institucional, reparando los desconchados y puliendo de nuevo los metales de sus herrumbrosas balaustradas. Hay fuerzas suficientes, ganas y decisión. Todo hará falta para culminar la tarea.
A partir del 13 de junio puede arrancar un nuevo tiempo en Nafarroa Garaia y por ende, en Euskal Herria. El perfume de cambio es insistente. Pero hay que conseguir que la pelota entre en la portería y derribe la red de telarañas que ha estado impidiendo que la luz de la auténtica democracia alumbre hasta las últimas y escondidas dependencias del viejo reyno.
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