Estamos seguros de tan pocas cosas que, a menudo, tenemos la tentación de dejarnos caer en brazos de la melancolía. Se trata de una falsa salida, es cierto, pero cuando todos los días, al despertar, compruebas que el dinosaurio sigue ahí, inamovible, es para pensárselo.
Nos encontramos en una eṕoca del año en la que todo empieza a aplazarse hasta septiembre, ya que agosto viene a ser un mes inhábil para operaciones políticas de calado. El Gobierno Vasco ruega a Rajoy que le conceda una audiencia a Urkullu antes de que el presidente se vaya de vacaciones a Galicia y haya que esperar a septiembre para el encuentro. El PNV y Sortu realizan una reunión para normalizar sus relaciones a partir de septiembre. Laura Mintegi, portavoz parlamentaria de EH Bildu, anuncia que retornará a su facultad de la UPV en septiembre. Más melancolía.
Pero no debemos engañarnos, dejar las cosas para septiembre no va a hacer que se produzcan cambios sustanciales en la situación. El dinosaurio español seguirá ahí, pétreo, como los leones de su Congreso, el uno de septiembre.
Recientemente la organización clandestina ETA ha publicado un comunicado en el que detalla algunas novedades sobre su proceso de transformación en agente exclusivamente civil, tras décadas de practicar la lucha armada. Una noticia que debería suscitar importantes ecos mediáticos, pero que ha sido tratada con sordina en la mayoría de los casos. De hecho, el llamado "conflicto vasco" cotiza a la baja en encuestas, sondeos y listas de preocupaciones ciudadanas, ensombrecido por el asunto catalán, la crisis económica, la corrupción o la irrupción de Podemos.
Sin menospreciar la actividad política que se desarrolla en Euskal Herria, tenemos que considerar que es insuficiente, hoy por hoy, para que el dinosaurio mueva, siquiera, su cola. Permanece imperturbable. Apenas si ha sentido algún pequeño zumbido en sus oídos a principios de enero y con motivo del despliege nacional de la plataforma Gure esku dago.
Mientras, algunos de los principales catalizadores del nuevo escenario politico, del que una ETA civil es la mejor prueba, permanecen encarcelados y sin opciones jurídicas de que sus penas sean acortadas o anuladas. La incongruencia de su caso es la mejor fotografía para mostrar a un observador ajeno al conflicto lo absurdo de la actual situación vasca. Exigir la libertad inmediata de los cinco de Pokopandegi es obligación ineludible para cualquier demócrata.
Ningún Gobierno serio se atrevería a despreciar los gestos de distensión realizados por la principal oposición -casi la única- ejercida durante muchos años al entramado surgido de "la transición". En cualquier otra parte del planeta los medios hubieran saltado a degüello contra un gabinete tan irresponsable. En el Reino de España sostienen su estulticia y aplauden hasta la extenuación su tranquedismo.
De todos modos, lamentarse no sirve de mucho. Realizado el análisis de la situación, que se prolonga en demasía en el tiempo, debería ser hora de abordar el asunto en clave nacional y dar una respuesta contundente. Es cada vez más urgente poner en marcha una ofensiva política que logre mover al dinosaurio de su actual emplazamiento. Por ahí pasa el desbloqueo del estatus actual, que presenta unas aguas estancadas, malolientes, cercanas a la putrefacción.
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