Por motivos que no vienen al caso suelo consultar con frecuencia la hemeroteca. Resulta un ejercicio muy pedagógico. Te das cuenta de que el paso del tiempo no consigue borrar las cuestiones esenciales que afectan a un país o a la mayoría de sus habitantes. Los temas se repiten en forma de espiral y lo que hace 35 años quedó sin resolver surge de nuevo con renovada fuerza en la segunda década del siglo XXI.
Los años setenta y ochenta vieron un huracán de reivindicaciones populares y la mayoría de ellas han quedado sin ser atendidas. La ikurriña, dicen, es bandera oficial en una parte del territorio de los vascones, pero siempre que vaya acompañada de la enseña nacional española. En definitiva, que no es todo lo oficial que pretendíamos muchos en aquellos años juveniles. De la llamada unidad territorial qué vamos a decir que no se sepa. Los intentos de diverso signo, desde el desafortunado "Nafarroa Euskadi da" de infausto recuerdo, hasta las tesis de la Nafarroa Osoa que intentan superar por elevación el contencioso territorial y nacional, pasando por relámpagos de lucidez como lo fue en su día el ya olvidado Partido Nafartarra.
Sea como fuere, el caso es que por muchas vueltas que le demos al asunto, al final nos encontramos con la imposibilidad material de ir todos a una. Y no se trata de un mero problema de ritmos, de velocidades, sino de una cuestión de objetivos. Mientras unos consideramos a Euskal Herria como una nación, otros la rebajan a espacio cultural común y hay quien directamente la niega. A estos últimos, recalcitrantes del negacionismo, les recomendaría un provechosa lectura, la del libro "Los vascos", del arabista bilbaino Luis Antonio de Vega, obra publicada en 1962 en la nada sospechosa Editora Nacional franquista. En ella se habla de la realidad de Euskal Herria sin límites ni prejuicios. Lástima que esté descatalogado y solo se pueda encontrar en lbrerías de viejo. Algún editor debería hacer lo imposible por volver a insuflarle vida.
Estamos pues donde estábamos, en aquellos años ochenta en los que el Estatuto y el Amejoramiento acababan de dividir administrativamente al pueblo euskaldun, dios sabe para cuántos años. Un capítulo del que algo deberían decir personajes aún vivos como Carlos Garaikoetxea, tan abertzale y tan navarro a un tiempo.
El caso es que cuando tenía ya medio pergeñado este nuevo escrito a vuela pluma, me llegan los ecos de unas declaraciones del cantante valenciano Raimon, el mismo que cantó a las tonalidades del verde del País Vasco, en las que previene de posibles procesos de anticatalanismo en Valencia tras una hipotética independencia. Lo dicho, sea o no acertado, pone de nuevo en primer plano la naturaleza del proceso soberanista catalán, en sí demediado, al estar conformado exclusivamente por el Principat. Los llamados Països Catalans son bastante más que las provincias de Barcelona, Lleida, Girona y Tarragona. No seré yo quien imparta lecciones a otros, pero sí que sería conveniente recordar esa circunstancia, a veces olvidada en aras a una inmediatez un tanto alocada.
Es conocida la existencia de una corriente de opinión, más o menos minoritaria, que defiende en nuestro país la necesidad de un Euskal Estatua ya, sin más demora, aunque el hipotético estado se limite a lo que conocemos como Euskadi o CAPV, o sea los territorios peninsulares de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. La libertad de mantener tales posiciones es sagrada, como la libertad de cátedra que a algunos de sus inspiradores concierne, pero también ampara la libertad a quienes defendemos posturas contrarias.
A fe de libertario heterodoxo, habrá que traer a colación de nuevo el artículo inmortal de un independentista con hacienda, apellidado Monzón, titulado El jarrón roto: "Resulta ridículo e indignante oír hablar de que Nafarroa... ya vendrá, ya se incorporará, ya se sumará a las instituciones vasgongadas. Nafarroa no tiene qué venir a ninguna parte, ni incorporarse a nada, ni sumarse a nadie. A Nafarroa le corresponde estar y ser (Egon eta Izan). Nafarroa es Nafarroa."
Estando de acuerdo en la necesidad de un Estado vasco (tal vez para combatirlo al día siguiente de su instauración), habrá que repetir que tal instrumento deberá ser nacional o no merecerá la pena luchar por él. Euskal estatua bai, baina osoa.
Aupa Joxerra, me llamo Eneko, estoy de acuerdo en lo que has escrito sobre las prisas que tenemos, vemos con envidia otros procesos, aunque muy diferentes al nuestro pero cercanos como son Escocia y Catalunya, nos ha entrado a muchos una sensación de que es ahora o no es nunca, a mí personalmente me surgen muchísimas dudas y me entran hasta los nervios, yo tengo claro de que el objetivo final que tenemos la mayoria de los abertzales es el de un estado independiente con los 7 territorios de Euskal Herria, ¿pero es realista pretender en este momento formar un estado con los 7 a la vez? ¿Tiene que ser todo o nada? ¿Todos o ninguno? Teniendo claro el objetivo ¿No se puede constituir nuestro estado por fases?. Yo veo primero viable a corto plazo una autonomía a 4 con la CAV y Nafarroa y después intentar constituir un estado vasco en hegoalde, si la autonomía a 4 no fuera posible en un corto plazo veo factible conformar un estado vasco con los 3 territorios de la CAV, a medio-largo plazo otro estado vasco en Nafarroa y confederación con la CAV y a muy muy largo plazo tercer estado vasco en Iparralde y nueva confederación con la totalidad de Euskal Herria. ¿Qué proceso crees tu que habría que seguir para formar un estado vasco?. La verdad es que no lo tengo nada claro, es un tema muy complicado y delicado el de la territorialidad pero creo que ha llegado ya la hora de aclarar todo esto definitivamente y construir el camino hacia la independencia entre todos los que la queremos.
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