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Encabezo el texto con este petulante título, por el que pido excusas de antemano, para hincar el diente al asunto que me ocupa: la soledad política de Urkullu. El actual lehendakari jeltzale no acaba de poner pie en tierra. Sigue dando tumbos entre el sueño de que gobierna la CAPV, por un lado, y la realidad de que no cuenta con mayoría para tal menester, de otro. Parece ser, no obstante, por declaraciones de algunos de sus compañeros de partido, como Andoni Ortuzar, que en sus filas se empiezan a dar cuenta de que
efectivamente están en minoría y que por lo tanto necesitan un socio
sólido y permanente para sacar adelante sus propuestas. Un socio que
será, salvo sorpresa mayúscula, el PSOE.
Hoy mismo se han reunido en Gasteiz dos delegaciones de alto nivel de PNV y PSE-EE, encabezadas por Joseba Egibar y José Antonio Pastor. Dicen que buscan "acuerdos de país" en cuatro materias sensibles: fiscalidad, ordenamiento institucional, reactivación económica y del empleo y mantenimiento de los servicios públicos. Tal y como están las cosas, habrá que decir que la búsqueda de acuerdos es positiva y necesaria. Otra cosa es con quién se hacen los acuerdos y el contenido de los mismos.
No quisiera ser agorero, pero me da la impresión de que cuando Laura Mintegi, en un debate electoral en la televisión pública, soltó la liebre de que había un pacto subterráneo entre los dos partidos citados, acertó de pleno. Lo que ocurre es que pactos de este calado, tras el reciente calvario del gobierno de Patxi López, no se pueden digerir a las primeras de cambio por los afiliados de una y otra parte. Se necesita un tiempo prudencial de reacondicionamiento de las posiciones de unos y de otros para poner la firma al final del texto, que posiblemente lleve pergeñado algún tiempo.
Lo peor de todo es que está película ya la habíamos visto hace años y salimos del cine con un cierto regusto amargo en la boca, y no por las palomitas precisamente. La etapa de José Antonio Ardanza y Rosa Díez parecía felizmente superada, pero podemos estar en vísperas de su resurrección con otros protagonistas estelares. Urkullu y Patxi López tienen todo el derecho a equivocarse de nuevo, pero el pueblo vasco no está para muchas fiestas. El resultado que se obtenga de la suma de un partido en minoría auxiliado por otro en desbandada, es decir de un pacto derivado de la necesidad, nunca podrá ser óptimo para el país, aunque lo sea para los respectivos intereses partidistas.
Es evidente, y duele tener que repetirlo, que el PNV siempre adopta la misma postura en los momentos cruciales de su trayectoria: el paso atrás. Es probable que acordar un programa de gobierno con el PP hubiera sido lo deseado por los jeltzales, pero al partido de Arantza Quiroga le falta un escaño. La posibilidad de unir fuerzas con los descarriados hijos de la izquierda abertzale, ni se contemplaba en el guion. La tercera opción, la de aliarse con el partido del personaje más ridiculizado por los jeltzales durante la anterior legislatura es la que puede salir adelante.
Cuando se celebraron las últimas elecciones autonómicas en el CAPV, algunos analistas se apresuraron a sumar los escaños de PNV y Bildu, afirmando que había un parlamento de mayoria abertzale. No parece que la dirección jeltzale vea así las cosas, ya que su prioridad no pasa por ensayar la vía soberanista, sino en mantenerse en el poder aún a costa de llegar a acuerdos con quienes hace unos meses eran una cuadrilla de mequetrefes políticos.
* El título del comentario hace referencia a un curioso fenómeno de
percepción que se puede traducir por algo"ya vivido", más preciso que el
término común "déjà vu" (ya visto).
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