2008/12/25
Instinto básico
No son las fechas navideñas muy apropiadas para escribir sobre política, pero no queda más remedio. Los sucesivos escándalos en los que se ha repetido un nombre, el de Miren Azkarate, obligan a tomar nota del asunto.
Yo no sé si Miren Azkarate posee el carnet del PNV, parece que no, pero de todos modos sigue a la perfección el manual del partido para superar situaciones embarazosas: negar la mayor, arrojar basura sobre los críticos y hacer como si no pasara nada. Luego vendrá el lehendakari y su cohorte de ayudantes para lavar el buen nombre de la consejera mancillada, y a otra cosa mariposa.
Sin embargo, lo menos que se puede decir de la señora Azkarate es que su actuación al frente de la cartera de Cultura deja bastante que desear. O bien es una incompetente, y no se entera de lo que pasa en su departamente y en las empresas por él creadas, o bien ha actuado de forma dudosa en un buen número de temas. No caben otras salidas.
Al robo y la gestión económica nefasta del Museo Guggenheim, cuya cabeza de turco parece ser Roberto Cearsolo, se une lo ocurrido con el proyecto de Museo Balenciaga, en el que el señor Mariano Camio ha hecho de su capa un sayo. Pero la gestión de la crisis de Praielaitz, con la famosa cantera destructora de las cuevas, o la subvención millonaria a la Etxea de Kepa Junkera, son también piezas del puzzle protagonizado por la consejera de Cultura.
Hago mención en el título de este comentario a un instinto básico de todo político profesional, conservar el puesto pase lo que pase. Ese es el instinto que está guiando en su actuación a la hasta ahora pretigiosa miembro de Euskaltzaindia. Según ella, la oposición arroja mierda sobre su figura porque vienen las elecciones autonómicas, como si ella fuese una pieza clave del jelkidismo en la próxima cita electoral.
Expeler tinta como los calamares para enturbiar las aguas es una vieja táctica de distracción que en este caso no va a funcionar. Somos ya lo suficientemente mayorcitos como para distinguir el grano de la paja, y la señora Azkarate, como el señor Juan Ignacio Bidarte y el señor Camio deberían ir pensando en dedicarse a otras labores, alejadas de la política. Su falta de cumplimiento de los mínimos requisitos que se le pueden exigir a un cargo público así lo demanda.
Los dictámenes parlamentarios, nada sospechosos de trostkismo militante, evidencian suficientes irregularidades para que el aire fresco vuelva a circular por el museo bilbaíno, por Zumaia y por el edificio de Lakua que alberga la consejería. No estamos hablando de caza de brujas, ni de limpiezas étnicas, simplemente de limpìar la cosa de actuaciones corruptas, de faltas graves en la gestión o de incapacidad manifiesta para ejercer el cargo, según los casos.
Por cierto que el señor Ibarretxe cansa a sus oyentes con continuas citas sobre el nivel europeo de su Euskadi de tres patas. Me gustaría que se hiciese eco de ese famoso nivel europeo en los casos que nos ocupan y facilitase la salida de estas personas de la forma más diligente posible, al estilo europeo. Ello le honraría bastante más como lehendakari que tanto discurso de autobombo que jamás se plasma en la realidad diaria de este país. Menos palabras bonitas y más hechos es lo que necesita la ciudadanía para creer, aunque sea un poquito, en la honradez de sus instituciones.
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