Los resultados de la primera vuelta de las elecciones a la Presidencia de la República francesa estaban cantados. La dispersión suicida de la izquierda, el miedo a que el fascista Jean-Marie Le Pen pasase a la segunda vuelta como hace cinco años y la debilidad del mensaje del PS han sido factores esenciales para que el derechista Nicolas Sarkozy se haya hecho con un 31% de los sufragios, en una votación que ha registrado una altísima participación. Si sumamos a ese porcentaje el 18% del "centrista" François Bayrou, el 10% de Le Pen y el 2% de Philippe de Villiers, nos encontramos con un aplastante 61% de la derecha, y eso sin contar el voto marginal de los ruralistas cazadores.
Por el contrario, la izquierda amplia, incluyendo a Ségolène Royal (25%), se queda con un aproximado 35%, sumando a sus votos los de las candidaturas más a su izquierda: Olivier Besancenot (4%); Marie-George Buffet (1,9%); Dominique Voynet (1,5%), Arlette Laguiller (1,3%) y José Bové (1,3%). Por lo tanto, y a salvo de sorpresas, que podrían darse, lo más probable es que Sarkozy sea el próximo inquilino del Elíseo para los próximos cinco años.
Pero ocurra lo que ocurra en la segunda vuelta, ya hay varias lecturas que realizar sobre lo acontecido el domingo. En primer lugar que la incapacidad de la izquierda del PS de concurrir en una candidatura única ha sido calamitosa. No sé podía haber hecho peor, aunque el candidato de la LCR, Besancenot, se muestre orgulloso de ser la segunda fuerza de izquierda tras el PS y por encima del agónico PCF, un dinosaurio condenado a muerte. Semejante consuelo no hace sino distraer las conclusiones que se derivan del desastre. La izquierda, en su amplio sentido, ha reducido su voto en la primera vuelta con respecto a 2002 y tan sólo el propio Besancenot ha salvado los muebles con su pírrico 4%, ya que los resultados del resto de candidaturas han sido patéticos, en especial los de la candidatura de la comunista Buffet, que firmó el domingo su retirada de la política. La invisibilidad del PCF en la campaña ha sido ostentosa y aquel partido que rondaba el 20% del voto en las legislativas, y que estuvo por delante del PS en su momento de gloria, no es sino un esperpento abocado a la marginalización política.
Asímismo resulta estruendoso el fracaso de Los Verdes, que en este momento no son nada en la politica republicana, entre otras cosas gracias a la nefasta gestión de la Voynet cuando fue ministra en el gabinete de la "izquierda plural". Con vocación de partido-asistente del PS, Los Verdes no parecen aspirar a gran cosa en el futuro. En cuanto a Lucha Obrera y su eterna candidata, Arlette Laguiller, parece también que alcanzado su ocaso. Parece evidente que lo de 2002 fue su canto de cisne.
Comentario aparte merece la candidatura del altermundialista José Bové, que ha enterrado su prestigio en unos comicios a los que se ha presentado sin el colchón de alguna organización política de fuste. Su programa no era despreciable, pero tan sólo como candidato unitario de la izquierda consecuente podía haber tenido algún éxito, aunque en ningún caso pasar a la segunda vuelta. Todo parece indicar que los radicales antiglobalización tipo Attac se han decantado por la Royal. Al fin y al cabo la socialdemocracia les va como anillo al dedo.
Si algo positivo se puede sacar de lo ocurrido es que la izquierda del PS ha dejado de estar secuestrada por el PCF, que los trotskistas deben convertirse en el eje de futuro de un nuevo movimiento de izquierda, eso sí, superando los actuales sectarismos, aunque las próximas elecciones tampoco servirán de mucho en ese anhelo. Tendrán que trabajar con seriedad si quieren construir algo que despierte el interés de las clases trabajadoras y populares, más allá de sus incondicionales de siempre.
En cuanto a la parte de nuestro país que ha tenido elecciones, Ipar Euskal Herria, un par de apuntes. La consigna abstencionista no parece haber calado entre los abertzales, que han ido al voto útil a Royal o al cuasipaisano Bayrou. Bové logra mejorar su media estatal y la LCR obtiene un apoyo notable. La pequeñez de IEH frente al Hexágono no permite muchas aventuras en estos comicios, que no van a tener apenas reflejo en la vida política de nuestro país, al menos a priori.
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