
Chile, la bendita tierra de los mapuches y los aimaras, de Luis Emilio Recabarren, de Manuel Rodríguez, de Gabriela Mistral, de Vicente Huidobro, de Salvador Allende, de Pablo Neruda, de Violeta Parra... ha dado también al mundo personajes como él, odiosos hasta la extenuación. Y lamentablemente los podrá seguir dando mientras la institución militar se mantenga inmaculada por el miedo de los políticos a desmontarla. Democratizarla es tarea que se antoja imposible.
La nueva presidenta, Michelle Bachelet, debiera fijarse como uno de sus objetivos primordiales reconvertir a ese ejército en un batallón de personas dedicadas a socorrer a las víctimas de catástrofes, ayudar a los desvalidos y desarrollar proyectos de desarrollo. No lo hará. Que Dios la coja confesada si surge otro Augustito demócrata, como el ahora difunto.
¡Qué me digo!, en el propio entierro ya salió uno bien grandecito, su nieto Augusto, tan indigno como su difunto abuelo. La saga, por lo que podemos ver, continúa vivita y coleando. ¿Saldrá el heredero tan asesino y tan ladrón?
Lamentablemente, el verdadero culpable de estos horrores, esta siendo "canonizado".
ResponderEliminarComo Allende destruyo la democracia