2025/02/24

Ellos nunca se fueron

Insisten las izquierdas en declamar el viejo eslogan: Que vienen, que vienen, que vienen los fachas, que vienen, que vienen. Enarbolan el heroico "No pasarán", mientras ellos hace tiempo que han pasado y se han situado al mando en muchos lugares. Existe un grave error de percepción en todo esto y consiste en afirmar que vienen, como si se tratara de un fenómeno nuevo, cuando llevan ahí más de cien años. Mussolini accedió al poder en 1922. Porque en realidad nunca se han ido, nunca se fueron.  

Alice Weidel. Foto: AfD

Los apellidos son nuevos, pero la historia es la misma. Bolsonaro, Trump, Milei, Le Pen, Meloni, Weidel... todos ellos componen una larga lista de personajes que evocan las ideas del fascismo, más o menos ortodoxo. La izquierda intenta hacer frente a la ofensiva proclamando la llegada del fascio y decretando alertas antifascistas que en la mayoría de las ocasiones se quedan en la mera retórica. El análisis imperante habla de la llegada de los fachas, pero en realidad nunca se fueron del todo, siempre estuvieron ahí, agazapados, disfrazados, actuando de manera encubierta, pero siempre presentes en esta vieja Europa donde anidaron los pensamientos autoritarios, donde se persiguió a los diferentes, donde se realizaron prácticas de destrucción masiva como los bombardeos aliados contra las ciudades alemanas, Dresde, Colonia.. y sobre todo donde se perpetró la solución final, para eliminar a millones de judíos, gitanos, izquierdistas y homosexuales. 

Ellos nunca se fueron. Lo sabemos perfectamente por lo acontecido con el franquismo, esa amalgama que reunió en un solo Movimiento Nacional (fascista) a militares, iglesia católica, falangistas, carlistas, monárquicos y derechistas de distinto signo. Una coalición de intereses que funcionó, con sus propias contradicciones, a lo largo de los cuarenta años de Dictadura, y que siguió actuando tras la muerte de Franco, 

Los franquistas estaban incrustados en el aparato del Estado, en lo más profundo del mismo, y jamás sufrieron una depuración, ni tan siquiera cosmética. Miembros del llamado Consejo Local del Movimiento poteaban tranquilamente en los mismos bares que socialistas o abertzales, sin ningún rubor. MI profesor de Economía en Sarriko era un fascista reconocido, que no se privaba de enseñar la bandera española en su cinturón. Una parte de los elementos que engrosaban el llamado franquismo sociológico blanquearon su expediente ideológico entrando sin meter ruido en el PNV.

Por lo demás había franquistas en todos los estamentos, empezando por el aparato policial, el militar, el judicial, el de la enseñanza, en fin en todos los lugares en los que se trataban asuntos importantes. Había franquistas en la federación de fútbol, por supuesto, y en el resto de federaciones. En las asociaciones de la prensa y en muchas otras asociaciones gremiales o profesionales, Había taxistas fascistas, y también futbolistas, actores, directores de cine, escritores, periodistas, médicos, conductores de autobús. En fin, los fascistas se extendían a lo largo y ancho de la sociedad vasca.

En cuanto a la política en sí, se organizaron primero en asociaciones políticas, que no partidos, comandadas por prebostes del franquismo, en su mayoría ex ministros de Franco. Todas ellas fueron a formar Alianza Popular por un lado, y los más atrevidos se agruparon en la UCD. Y en el caso de Navarra, en la UPN, Y luego estaban los puros y duros de la Fuerza Nueva y de las distintas Falanges.

Ahora la gente se asusta de la irrupción de Vox, partido liderado por Santiago Abascal Conde. Pero el padre del actual líder, Santiago Abascal Escuza, ya fue un dirigente destacado del Partido Popular, formación que abandonó por moderada. Llegó a ser diputado en el Congreso español. Por su parte, el abuelo del presidente de Vox. Manuel Abascal Pardo, fue alcalde franquista de Amurrio. La saga de los Abascal es un claro ejemplo de la permanencia de las ideas de derecha radical en nuestro país. Nunca se fueron, siempre estuvieron ahí.

Me viene ahora a la memoria el pensamiento radical del escritor austriaco Thomas Bernhard, que ordenó que no se representaran sus obras de teatro en Austria, al considerar que se trataba de un estado heredero de los nazis. Él consideraba que el nazismo se había trasmutado en el catolicismo reaccionario, directamente heredero de aquel. Era el nazismo con otro rostro, pero nazismo en suma. Ahora que los neonazis son primera fuerza en Austria y segunda en Alemania, se cumple la profecía de Bernhard, su pesimismo no era una pose estética, sino una postura ética. ⧫











 







 

 

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