Lo dejé apuntado en este blog el día 7, para que quedara constancia negro sobre blanco. El franquismo, agazapado durante décadas, ha salido del armario, y de qué manera. La peste ya está aquí. Ya se apuntaba el peligro con los 12 escaños del Parlamento andaluz a finales de 2018. Luego vinieron los 24 escaños en el Parlamento español, y ahora han doblado hasta los 52. El partido neofranquista ha reunido un total de 3.640.063 papeletas de apoyo. Ni una más, ni una menos, y eso son muchísimas papeletas.
A algunos les queda el consuelo de que en los territorios vasco-navarros no ha logrado representación. Es cierto, su discurso xenófobo, machista y nacional-católico ha pinchado aquí en hueso, obteniendo un total de 47.315 votos (28.659 en la CAPV y otros 18.656 en la CFN). Tampoco la ha logrado en Galiza, aunque ha obtenido allí más votos, un total de 114.834. Donde sí ha logrado escaños, dos en concreto, ha sido en Catalunya, tras sacar una cifra respetable de votos, 243.026.
El problema de los que se agarran a la falta de éxito de Vox en Euskal Herria es que, hoy por hoy, seguimos siendo una parte del Estado español y por ello nos vemos afectados por lo que en él ocurra, nos guste más o menos. Y lo que ocurre es una crisis galopante de los partidos políticos, estatales, salvo Vox, una crisis que en realidad debería haber sumado a la dimisión de hoy de Albert Rivera, las de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y Pablo Casado. Porque todos ellos han fracasado en sus objetivos y el único ganador de las elecciones, entre las fuerzas estatales, ha sido Santiago Abascal.
Antes de entrar a analizar el papelón de los cuatro líderes, déjenme decir que Catalunya existe, con 23 escaños independentistas (ERC, Junts y CUP), que Euskal Herria también existe gracias a los 5 escaños de EH Bildu, que Galiza empieza a existir con el nuevo diputado del BNG y que Teruel Existe, por supuesto, con su flamante diputado que ha ganado las elecciones en ese territorio aragonés diezmado por el abandono institucional y la desidia política de Madrid, ese rompeolas de España que incuba el centralismo más aniquilador.
A lo dicho. Pedro Sánchez debería dimitir, porque su plan de crecer en unas nuevas elecciones le ha quitado tres escaños y la mayoría absoluta en el Senado. Alguien tendrá que decir que Sánchez es un político oportunista, habilidoso en la maniobra corta, pero sin un proyecto político claro. Ora es federalista de la España plurinacional, y al día siguiente se convierte en el Armagedón del independentismo catalán. Dicen que está mal aconsejado, pero quién manda es él y por tanto toda la responsabilidad recae sobre sus hombros. Redondo y Tezanos no son sino unos meros bufones en el circo monclovita. Sánchez no logró formar Gobierno y lo ha pagado, su sueño de los 150 escaños se ha quedado en 120. Y de paso ha dado alas a la derecha extremista, que ha aprovechado al ciento por cien la cuestión catalana. con la descomunal ayuda del presidente del gobierno, que sigue jugando con fuego.
Parecido medicamento se puede recetar en el caso de Pablo Iglesias, incapaz por soberbia sobrevenida, de poner en marcha un acuerdo a la portuguesa. El afán de figurar y ser ministro le tiene desnortado y el partido que lidera pierde fuelle elección tras elección. Esta vez no ha sido un sopapo, pero casi. Por cierto que el papel de Izquierda Unida cada vez es más insignificante, no sé si por culpa de Garzón o pese a sus denodados esfuerzos por aparecer en las pantallas. Unidas Podemos lleva camino de acabar siendo la flamante IU de Anguita, aquella de los 22 escaños que tampoco sirvieron para mucho. Hablaban de alerta antifascista y han contribuido, por su inoperancia, al crecimiento del monstruo.
A Iñigo Errejón le dedicaré dos líneas, más no se merece. Es la viva imagen del político profesional de diseño, sin alma, entrenado para la sonrisa, que actúa como el perro del hortelano. No tendrá grupo en el Congreso, pero eso sí, ha quitado unos cuantos escaños a Podemos. Ese ha sido el gran logro de Más País, que se ha demostrado que no pasa de ser Más Madrid con delegación en Valencia.
Y dejo para el final a Pablo Casado, un político que con mucho a favor, lleva dos intentos fallidos de asalto a La Moncloa. Primero padeció el mordisco de Ciudadanos y ahora el de Vox, pero el caso es que no alcanza los 100 diputados ni de lejos. En las tierras vasco-navarras solo le queda agarrarse a la estela de Navarra Suma, porque como Partido Popular, nada de nada ha cosechado. Es cierto que le pone ganas, pero ha convertido a la maquinaria electoral más potente del Estado en una cafetera viejuna y ruidosa, sin prestancia para ser temida por sus rivales. Sus escasos remilgos para pactar con Vox, ha blanqueado la sigla de los neofranquistas. Que Abascal le coja confesado. ⧫
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