Resulta curioso como desde medios soberanistas se pone el foco sobre determinados procesos cuando estos viven una ebullición secesionista y se aparta bruscamente cuando los resultados no son tan excitantes y llega el reflujo. Es un fenómeno que me preocupa, porque conduce al error de cálculo y, en definitiva, al fracaso. Ha pasado con Quebec, tan en boga años atrás y tan olvidada en la actualidad. ¿El motivo? El partido que aboga por la separación de Canadá no atraviesa su mejor momento electoral.
Algo parecido sucedió con el discutible proceso de independencia de Kosovo. Muy alabado en determinados medios vascos en su momento y arrinconado como un trasto viejo en la actualidad, debido a que las cosas no han salido como se esperaba. Procesos como el corso o el flamenco vienen y van, según interese.
Nicola Sturgeon, líder del SNP |
La sorpresa ha llegado de la mano del Partido Conservador, liderado en Escocia por Ruth Davidson, una buena comunicadora de extracción obrera y anti-Brexit, que ha arañado votos laboristas en pos del unionismo. Del único escaño que tenían han subido hasta 13, superando los resultados del Partido Laborista, que ha pasado de 2 a 11 escaños en las circunscripciones escocesas.
La pretensión del SNP de forzar un segundo referéndum, tras el poco tiempo pasado desde el primero, ha podido alejar a parte de los votantes soberanistas del partido, al entender que se trataba de una pretensión demasiado arriesgada. Las últimas encuestas sitúan a los partidarios de la independencia en el 44%, en un nivel similar al cosechado en la consulta pactada entre Salmond y David Cameron. Volver a perder un segundo referéndum en unos pocos años pudiera ser un golpe letal para el independentismo escocés.
Es evidente que, hoy por hoy, el independentismo tiene un techo difícil de romper. Si quiere superar el 50% de apoyos deberá repensar con detenimiento su estrategia, sin caer en falsos optimismos, ni en precipitaciones. Probablemente haya que viajar más despacio si se quiere llegar tan lejos.
¿Qué enseñanzas sacamos para Euskal Herria? La principal, que un movimiento sólido y maduro no debe atenerse a modas ni a imitaciones, sino que debe seguir su propio camino. Estar continuamente mirando a Catalunya puede llegar a ser un motivo de distracción. Cada nación es un mundo y tiene sus particularidades y sus ritmos.
La segunda, que hay que observar a los procesos ajenos en toda su extensión y recorrido, y no deslumbrarse tan solo por la espuma que despiden, sino fijarse también en los reflujos de la marea soberanista. El oleaje de fondo, profundo, es el que lleva a alcanzar los objetivos más ambiciosos. Ahí es donde hay que poner el visor.
La tercera se refiere a la velocidad. En un viaje hacia la soberanía a veces se va por una autopista en quinta marcha, con gran confort, pero son las menos. En otros momentos habrá que caminar por carreteras estrechas y sinuosas en primera marcha y hasta habrá que detenerse a reponer combustible e inflar los neumáticos. No importa. Lo determinante es no dar nunca marcha atrás y, sobre todo, llegar hasta el final. ⧫
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