"Renunciamos a todo, menos a la victoria"
Buenaventura Durruti
Los días que componen la llamada Semana Santa eran en tiempos proclives al recogimiento, la introspección y, en su caso, la oración. Hace décadas que ya no son así, y la mayoría del común que tiene posibilidades, los emplea en disfrutar de unas minivacaciones. Nada que objetar. En mi caso los dedicaré a la reflexión sobre algunos hechos acontecidos estos días, que remiten a cuestiones que arrancan hace unos cuantos lustros.
Askatasunaren Ibilaldia (1977) |
Los lectores ya se imaginan de qué estamos hablando. La organización clandestina Euskadi Ta Askatasuna (ETA), entidad política que practicara en su día la lucha armada, es decir la violencia, se ha declarado públicamente como organización desarmada. Hubo algunos momentos, en sus inicios, que también fue una organización sin armas, pero el grueso de su recorrido ha estado presidido por su condición de organización armada. Se trata pues de un cambio significativo, histórico, que precede sin duda a la desaparición de la organización, al menos tal y como la hemos conocido desde su creación en 1958.
Como en todas las encrucijadas políticas, las razones para una decisión de ese calibre son varias y complementarias. Habría que remontarse a los primeros años noventa del siglo pasado para detectar los primeros análisis internos que apuntaban al cierre de la dinámica militar para salvaguardar la dinámica política. Reflexiones que, como hemos visto, no se tuvieron en cuenta. La organización clandestina protagonizó varios intentos de negociación de diverso diseño, Argel, Lizarra, Loiola. Todos ellos acabaron sin un desenlace acordado. Asimismo decretó diversas treguas con resultados dispares.
El 8 de abril de Baiona se remonta, no obstante, a una reflexión que prosperó en el seno del llamado MLNV, término hoy en desuso, a partir del año 2009. El desarrollo de la idea central consistía en dejar a un lado la práctica armada y consagrar el grueso del esfuerzo emancipador en torno a vías exclusivamente políticas y democráticas, es decir no violentas. El resultado fue la declaración unilateral proclamada por ETA el 20 de octubre de 2011, en la que renunciaba a la actividad armada en el futuro. El giro estratégico se consumaba.
El cambio de estrategia, según los análisis internos de la dirección de la izquierda abertzale, podía significar el destaponamiento de múltiples energías emancipatorias que hasta el momento habían estado en stand-by por culpa de la actividad armada de ETA. Se suponía que miles y miles de abertzales e independentistas darían un paso adelante al no verse comprometidos en sus objetivos finales con una organización que dejaba tras de sí más de 800 muertos. La legalización de Bildu y sus espectaculares resultados electorales parecían dar la razón a esos análisis optimistas, pero luego se ha comprobado que el asunto es bastante más complicado que todo eso.
La izquierda abertzale, que había atravesado años de desierto con su ilegalización, volvió a ser legal. Se creó el nuevo partido Sortu, se conformó la alianza de EH Bildu junto a Eusko Alkartasuna (EA), Alternatiba y Aralar, se avanzó en el diseño de una política institucional coherente. Pero el objetivo de lograr la hegemonía política, al menos en el sur vasco, quedaba demasiado lejano. Es más, pese a ostentar, entre otras, la alcaldía de Iruñea, Bildu ha perdido buena parte de su peso institucional en las últimas elecciones. El PNV, por el contrario, tiene el mayor dominio institucional desde la aprobación de la Constitución española de 1978, y no solo en la CAPV, sino que toca poder, junto a la alianza del cambio, en Nafarroa Garaia, gracias a su presencia en Geroa Bai.
La estrategia Zutik Euskal Herria ha traído cambios notables al panorama político vasco, en un esfuerzo protagonizado casi en exclusiva por la izquierda abertzale. Es una regla de oro en política no agradecer los esfuerzos del adversario, y así se ha materializado en este caso. Sin embargo, el cambio no se hizo en su momento para que nadie lo agradeciera, sino porque era imposible seguir con la misma inercia durante mucho más tiempo. No fue un cambio caprichoso, ni la idea de un sanedrín de iluminados, sino la concreción de una frase muy manida que guarda una gran sabiduría: hacer de la necesidad virtud.
Llegados a este punto, conviene apuntar algunas ideas básicas con el fin de mirar hacia el futuro. La primera idea es que la nostalgia es un error. Se están configurando ciertos núcleos de resistencia en torno a la idea de reconstruir la mítica HB, que desgraciadamente solo tienen un punto en su programa, criticar la deriva de Sortu. Están en su derecho, pero no parece que vayan a protagonizar ningún papel determinante en el futuro inmediato.
Una segunda idea es que el PNV no quiere participar en ningún proceso de unidad de acción con la izquierda abertzale. Lo ha dicho por activa y por pasiva y nadie se puede llamar a engaño con esta cuestión. Por lo tanto, los reiterados llamamientos a grandes acuerdos de país, lanzados desde las filas de la izquierda abertzale, empiezan a empalagar.
Un tercer eje de reflexión es que la acumulación de fuerzas hacia un proceso soberanista debe discurrir con un protagonismo activo de lo social, tejiendo alianzas con compañeros de viaje que no siendo independentistas, puedan dar pasos en la futura consumación del derecho de autodeterminación. Unida a esta reflexión es la necesidad de abrir espacios de colaboración con las izquierdas reales de este país, sin caer en discursos trasnochados de nacionalistas vs estatalistas. Es necesario sumar con gentes de los sindicatos ELA y LAB, por supuesto, pero también con CCOO, ESK, Steilas y CGT, con gentes de Podemos, Ezker Anitza, con grupos autónomos, con agentes sociales de base que están peleando en la calle, etc. ¿Será capaz EH Bildu de catalizar semejante tarea?
Y termino, que se me va muy largo el texto. La izquierda abertzale está haciendo sus deberes de forma organizada, pausada y sin sobresaltos. Lo ocurrido el 8 de abril supone un cambio notable en la historia de una organización que forma ya parte de la historia de este país. Pero la partida no ha acabado y se necesita un verdadero rearme ideológico y político para afrontar con garantías los nuevos retos en torno a la liberación social y nacional. Es necesario mantener vivo el pulso libertario que desembocó en hitos como el Partido Comunista de Euzkadi autodeterminista, el Manifiesto de San Andrés de ANV, el socialismo republicano eibarrés, Ekin, la Carta de Itxassou, el Proceso de Burgos, Askatasunarem Ibilaldia, la Asamblea de Gallarta de EIA, la Mesa de Altsasu o las Juntas de Apoyo a HB, entre otros muchos esfuerzos. Proyectar a futuro la plural riqueza emancipadora del pasado. ⧫
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