En los últimos tiempos da la impresión de que la palabra imposible se está poniendo de moda. El lehendakari de la CAPV Iñigo Urkullu, encartado de pro como el firmante, manifestó al diario madrileño de mayor tirada que la independencia es "prácticamente imposible" en un mundo globalizado como el actual. Algo de razón debe llevar, pero también es lógico pensar que antes de descartarla, la opción secesionista habría que intentarla, cosa que el PNV no ha hecho, verdaderamente en serio, a lo largo de sus más de cien años largos de actuación.
Pero tras la operación franco-española del viernes, coalición a la que se refería un tío mío cercano al Jagi-Jagi cuando rememoraba los cantos patrióticos de tiempos de la guerra, lo que parece verdaderamente imposible es el desarme de la organización clandestina ETA. Tras varios intentos, algunos más lúcidos que otros, parece que se ha llegado a la conclusión de que la sociedad civil debe implicarse en la operación. Y de hecho gentes destacadas de esa llamada sociedad civil de Ipar Euskal Herria se han implicado hasta las cachas, resultando detenidos por las fuerzas policiales como si se trataran de miembros de ETA. Las gentes informadas, incluidas ambas policías, saben perfectamente que esas personas no simpatizan, ni lo han hecho antes, con ETA. Simplemente quieren contribuir a una paz digna, jugándose su propia situación personal en aras de un fin tan loable.
Otra cosa muy diferente es lo que puedan pensar los ciudadanos de Segovia o de Aix-en-Provence sobre todo este asunto y la operación del viernes en particular. Dada la versión ofrecida por los grandes medios de comunicación, llegarán a la conclusión de que todos ellos son viles etarras, conspirando de nuevo en la clandestinidad para poner de rodillas a los Estados francés y español. Pero nada más lejos de la realidad.
El Estado español se vanagloria de haber conseguido, en tiempos del poco recordado Pérez Rubalcaba, de haber logrado la derrota de ETA, aunque sea por desestimiento de esta última. Sin embargo se niega a aceptar que la organización clandestina proceda a un desarme verificado de sus arsenales. ¿Qué le da miedo al Gobierno? Nos encontramos ante una situación absurda, que raya en el ridículo, y a la que se ha sumado con entusiasmo el gobierno francés, desnortado también en este asunto. No hay más que ver la destacada asistencia de representantes parlamentarios del PS a la protesta convocada para defender la liberación de los representantes de la sociedad civil implicados en el desarme efectivo de ETA.
Resulta paradójico que una organización armada clandestina, como es ETA, tenga más dificultades en desarmarse que las que pudo tener en su día para recabar armas para sustentar su actividad violenta. No se recuerda un caso parecido en los anales de la historia de los conflictos políticos armados sucedidos en Europa en las última décadas.
Después de lo acontecido, uno no atisba a vislumbrar cual puede ser la alternativa para alcanzar el ansiado desarme. Ni la verificación internacional, ni la sociedad civil han logrado avances, por mucho esfuerzo en ese sentido que se haya dado. Tal vez la única solución viable podría venir de una intervención política liderada por la propia Unión Europea. Una iniciativa que presionase a los Gobiernos español y francés para que rectificasen en su actual cerrazón a encauzar un desarme deseado por todos.
Visto el papel jugado por la UE en la crisis de los refugiados puede resultar quimérica esa opción, pero al fin y al cabo la actividad de ETA se ha producido en su ámbito de competencias y el gobierno de Europa algo debería de decir al respecto, más allá de la diplomática expresión de que se trata de asuntos internos de países soberanos.
Habrá que esperar acontecimientos, pero conocida la postura de ambos gobiernos, es de esperar que nadie se atreva a partir de ahora a facilitar ese desarme tan esperado. Parafraseando a Urkullu habría que decir que "en un mundo tan dominado por el espíritu policial como el actual, el desarme resulta prácticamente imposible". Y concluyó mostrando mi admiración por los cinco encartados de Luhuso, verdaderos soldados de la paz digna y duradera. ⧫
No hay comentarios:
Publicar un comentario