Siempre que llega el momento de acercarse a las urnas se pone en marcha el mecanismo mental en torno a la mejor opción a realizar. No son lo mismo unas elecciones locales o autonómicas, que unas estatales, como es el caso que ahora nos ocupa. La primera incógnita a despejar es si se opta por acudir a las urnas o por la abstención o el boicot. A veces el cuerpo te pide materializar esta segunda opción, sobre todo cuando se trata de ir a Madriz, pero la cabeza, sobre todo a ciertas edades, te acaba recomendando acudir al colegio electoral, aunque sea sin muchas ganas.
El siguiente paso a determinar es si efectuar un voto válido u optar por realizar un voto nulo o en blanco, dos maneras de discrepar de las ofertas políticas presentes en las casillas de las cabinas electorales. Entiendo perfectamente a quienes se decantan por realizar voto nulo o en blanco, están en su derecho y es una opción respetable como la que más. Pero no es la mía. Creo que tomarse la molestia de emplear parte de tu tiempo del domingo en llenar la urna con un voto que no se va a contabilizar, no merece mucho la pena.
Despejada la segunda incógnita de la ecuación, nos enfrentamos a la tercera y última. De todos las ofertas existentes, la mayoría de las cuales te han enviado su propaganda a casa, tenemos que elegir a una. En esta tesitura podemos efectuar un voto afirmativo, positivo, hacia la opción con la que más nos identificamos. O bien podemos votar a una opción tal vez menos próxima, pero que puede impedir que gobierne quien no queremos que lo haga bajo ningún concepto.
Descartadas las opciones de corte liberal-conservador, en este caso nos quedarían apenas tres papeletas a elegir, y eso si no descartamos de antemano las de ámbito estatal. Supongo que el paciente lector se encontrará ya medio perdido, al estar leyendo un texto sobre el proceso electoral que no cita sigla alguna. Pero lo va a entender mucho mejor en el siguiente párrafo.
Quien se considere de izquierdas, más o menos consecuente, puede dar su voto a Unidad Popular, Podemos o EH Bildu. Si pone en primer plano el proceso vasco, se decantará por la opción de la izquierda soberanista. Si actúa en clave estatal e intenta lograr que no gobierne otros cuatro años Mariano Rajoy, optará por la lista de Podemos. A la candidatura sustentada por Izquierda Unida no le veo mayor utilidad, ni en el caso de votar de forma propositiva, ni en la de botar al PP de La Moncloa.
Estoy convencido de que una franja de votantes progresistas y de izquierdas, que tienen a Euskal Herria como su nación, están valorando la posibilidad de darle el voto útil a la candidatura morada. Se trata de una opción respetable, pero que se puede encontrar el día 21 con un panorama endiablado en el que su voto pueda ser utilizado para construir un pacto de gobierno con el PSOE, y seguir otros cuatro años con más de lo mismo.
La tentación existe, cualquiera la puede tener, pero quienes creemos en un proyecto nacional vasco y socialista, en una alternativa a la Europa neoliberal y decadente, quienes no tenemos miedo a definirnos como de izquierdas y soberanistas, sabemos a día de hoy cual es la papeleta que debemos introducir en la urna este domingo. A pesar de las carencias que tiene, de las cuestiones que deben se mejoradas, de las decepciones que nos ha podido dar en algún momento, la de Bildu es la mejor opción para seguir acercándonos al sueño de una Euskal Herria libre, socialista y en paz.
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