Acaba de estrenarse en Gipuzkoa la tarjeta única Mugi, que viene a completar las utilidades de la tarjeta Lurraldebus, inaugurada en 2007. Se trata de un paso más en la mejora del transporte colectivo público del territorio, tanto en lo que se refiere a buses como a trenes. Un paso que sigue teniendo en Renfe un grano difícil de extirpar. La operadora ferroviaria española no ha entrado en la política de descuentos de Mugi y tan sólo ha accedido a que la tarjeta sirva como medio de pago en sus terminales, pero utilizando en todo caso las tarifas de Renfe.
Es un síntoma que nos sitúa frente a un asunto de mucho más calado. Treinta y tres años después de la aprobación del Estatuto de Gernika los servicios ferroviarios de cercanías de Renfe y Feve sigue sin ser traspasados a la CAPV. Las líneas Muskiz-Santurtzi-Bilbao, Brinkola-Donostia-Irun y Balmaseda-Bilbao permanecen bajo la gestión de Madrid.
Mientras se mantiene la polémica sobre el supertren AHT-TAV, proyecto que puede batir récords de surrealismo, ya que se mantendría sin conexión hacia el norte y hacia el sur durante bastantes años, los ferrocarriles realmente existentes, los que mueven a diario a miles de personas, siguen en el limbo de las competencias no traspasadas. No estaría de más que el nuevo lehendakari, que se supone conocerá de cerca la línea encartada de Feve, mostrase públicamente la necesidad de que el Gobierno que preside se haga con la gestión de todas esas líneas de cercanías, integrándolas en el mapa global del transporte y haciendo que sean más eficaces.
Otro síntoma que nos trae la más inmediata actualidad corresponde a las competencias del Gobierno Urkullu. El cambio en la dirección del grupo de comunicación público EiTB está resultando especialmente torpe. En primer lugar por haber evitado un diálogo interpartidario y con la sociedad sobre el modelo del ente de cara al futuro; en segundo lugar por primar los nombres sobre los programas de gestión y en tercero por generar frustación con el propio proceso y el baile de nombres.
EiTB no puede ser un coto cerrado anclado a la política partidaria, sino que debe abrirse a la sociedad civil, a los grupos y agentes sociales, incluso a los profesionales de la comunicación ajenos al propio ente. EiTB mantiene en pie las únicas emisoras euskaldunes de radio y televisión de alcance nacional y audiencia contrastada. La responsabilidad que ha contraído con la sociedad es enorme, pero el modelo que se instauró a principios de los años ochenta ha quedado superado por la evolución social y lingüística.
Es urgente el fortalecimiento de las emisoras euskaldunes ETB1 y Euskadi Irratia frente a las erdaldunes ETB2 y Radio Euskadi. Y ello supone cambiar las directrices presupuestarias seguidas hasta ahora. Además, después de tres décadas, ha llegado la hora de introducir contenidos en euskara tanto en ETB2 como en Radio Euskadi. No sé en qué proporción ni en que franjas horarias, pero ese paso es imprescindible para seguir creyendo en el modelo EiTB.
En cuanto a la negociación para sustituir al equipo de Alberto Surio, es imposible cometer más errores en menos tiempo. Se ha trasladado a la opinión pública una sensación de falta de seriedad que en nada ayuda a fortalecer la imagen del ente. La aceptación del cargo de director y posterior dimisión de Mikel Agirre, mediatizada por el caso Vilau Media y el programa de recortes a la vista, lanza una alargada línea de sombra que deberá despejar la recién elegida Maite Iturbe. Pero en todo caso, el pacto entretejido entre Ortuzar y Pastor no parece que vaya en esa dirección.
Hay muchos otros síntomas que desmienten las expectativas creadas sobre el nuevo tiempo político que se estaba gestando en este país. Síntomas que nos devuelven a la realidad vivida en estos treinta últimos años, una realidad que nos demuestra que, en la mayoría de las ocasiones, nos quedamos en lo seguro y trivial, aunque sea decepcionante, en vez de aspirar a la mejora y la superación de lo ya conocido. Decía Ignacio de Loyola que en tiempos de turbación es preferible no hacer mudanza, pero es precisamente en los periodos de crisis global, como el que vivimos, cuando más necesaria es la audacia, que no la temeridad.
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