2012/09/23

Ni cristianos, ni generosos

"Que se muera en la cárcel" no es un mensaje cristiano, o por lo menos eso es lo que yo aprendí de chaval, pese a reconocer que no soy experto en cristianismo. Sin embargo, ese mensaje de intolerancia se ha difundido con rapidez en las redes controladas por la derecha española ante el caso del preso vasco Josu Uribeetxebarria. Incluso alguna señora, portavoz de una asociación de víctimas, ha llegado a decir que está de acuerdo en que saquen de la cárcel a un preso enfermo, pero solo unas horas antes de que fallezca.

Este es el diapasón existente en amplios círculos de esa derecha. No podemos engañarnos. Quienes en su día decían que serían generosos una vez de que ETA dejase de matar, han desaparecido del escenario. Esos mensajes de concordía, dialogantes, favorables a un mínimo entendimiento, no tienen ningún recorrido actualmente. Lo que domina en ese ambiente neoconservador y ultramontano con perlas como las de Pedro José Ramírez, director de "El Mundo", sugiriendo el envío de tropas a Catalunya, como si se tratara de el último país árabe en conflicto y no de una "región" tan española como su Rioja natal.

La derecha intransigente y espúrea que padecemos en el Estado español bebe más de Ramiro Ledesma Ramos que de Ortega y Gasset, parece leer más a Giménez Caballero que a Josep Plá y debe más a José María Pemán que a Ruiz Jiménez. Su impronta mediática en emisoras como Intereconomía o 13 TV se mueve entre el trentino Juan Manuel de Prada, llorando bajo la lluvia entre tertulianos con clergyman, y el obispal Alfonso Merlos, entrevistando al anciano Blas Piñar para completar el obituario de Santiago Carrillo.

No tienen remedio. Incrustado en medio de esa vorágine, el mismísimo Rajoy parece un político de centro-izquierda cuando manifiesta que la ley no contempla que un preso muera en la cárcel. Esa mínima piedad que expresan sus palabras produce escándalo en los oídos de tanto fanático preconciliar, carente de autoestima, que rumia entre dientes la mayor crisis de España desde el 98, con una economía intervenida y la amenaza secesionista creciente en Euskal Herria y Catalunya.

Ante semejante panorama de decadencia, lo más listos de la clase hablan de que es hora de unirse en lo ecónomico, olvidando las guerras cainitas entre PP y PSOE, y en lo nacional abogan por una España federal que sujete al independentismo catalán y, de paso, al vasco. A buenas horas mangas verdes, señor Cebrián.

  
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