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2010/09/13

12.467 días

Cuando el ciudadano Jon Bilbao Moro fue detenido, en enero de 1982, el que suscribe se encontraba estudiando quinto curso de periodismo en la Universidad de Leioa, muy cerca de Asua, lugar de nacimiento de Jon. Hace tantos años, que casi no me acuerdo. Eso sí, en aquel tiempo no existía internet, ni Facebook, ni la telefonía móvil, ni las cadenas privadas de televisión. No había un Guggenheim junto a la ría, ni siquiera Metro en Bilbao. A la universidad subíamos "a dedo", cosa impensable hoy. Ahora bien, el fútbol vasco era mucho más potente y las ansias de libertad de este pueblo, probablemente también.

Debo decir que no conozco de nada a este compatriota que ha pasado 12.467 días de su vida entre rejas, en diferentes cárceles españolas. Pero eso no importa, porque no es éste un artículo basado en la amistad o en los lazos familiares, sino en la reivindicación básica de la justicia.

Aunque no tengo datos precisos, es seguro que Jon Bilbao será uno de los ciudadanos europeos que más tiempo ha pasado en prisión. Casi 30 años encarcelado, en virtud de las leyes excepcionales que castigan de forma inhumana a los presos de nacionalidad vasca. Pero Jon no es el único. Hay otros presos en similares circunstancias, algunos de ellos sufriendo el castigo añadido de la enfermedad.

Un país que sufre este tipo de situaciones no es un país normal, ni mucho menos "normalizado". Es un país que tiene pendientes muchas cuentas, que tiene por ajustar muchas cuestiones, que debe hacer algo antes de acabar desangrado y sin pulso.

Mientras leía la noticia del excarcelamiento de Jon en el diario "Gara", sentía la impotencia de no poder remediar semejante injusticia. En las pocas expresiones que Jon ha vertido en el periódico se hace patente la extraña sensación que puede producir a un hombre dejar de estar encerrado entre cuatro paredes. Se denota la desorientación de quien tendrá ahora que acostumbrarse a andar en libertad, sin paredes que constriñan sus pasos.

A Jon Bilbao Moro le va a costar adaptarse a un medio que desconoce, tras 30 años alejado de su tierra. Toda ayuda será poca. Pero los ciudadanos que no hemos tenido que pasar por semejante trance deberíamos hacer lo imposible porque estas situaciones no vuelvan a producirse. Desconozco la fórmula para lograrlo, pero es evidente que algunas pistas ya tenemos. Como bien apunta en el mismo diario otro preso, Joxe Mari Olarra: "El miedo a quebrar la inercia es contrarevolucionario".

Todo parece indicar que vienen tiempos nuevos, que no serán fáciles. Para poder afrontarlos con dignidad necesitamos que todos los Jon Bilbao de este país estén junto a nosotros, en las calles, en las instituciones, trabajando codo con codo con otros ciudadanos que, aunque nunca han tenido que pagar con cárcel su compromiso, también aspiran a construir una Euskal Herria en libertad.