En un mundo atestado de conflictos, varios de ellos con enfrentamientos armados con miles de muertos, casi parece un ejercicio de escapismo dedicarle unas líneas al proceloso proceso de investidura (o no) de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, el líder del PSOE más bienaventurado de las últimas décadas. Un par de días después del 23-J, le comenté a un amigo que habría nuevas elecciones. Lo sigo pensando, pero la audacia de Sánchez parece no tener límites.
Santos Cerdán, Pedro Sánchez y Mertxe Aizpurua. X sarea |
Conseguir reunir en torno a su candidatura a todas las fuerzas soberanistas de Euskal Herria, Catalunya y Galiza es un objetivo complejo. Sumar a esas fuerzas una larga lista de partidos pequeños de izquierda lo complica aún más. Y queda por ver lo que ocurrirá con los restos del naufragio de Podemos, que pueden dar guerra a última hora.
La argamasa que intenta unir todas estas voluntades contrapuestas se llama rechazo total al tándem PP-Vox. Impedir un escenario presidido por la entente cordial entre Alberto Nuñez Feijóo y Santiago Abascal es la prioridad para todos los compañeros de viaje del PSOE. De no existir esa amenaza, no estaríamos ocupándonos del asunto. Estaríamos en otra historia muy distinta.
El caso es que las cosas se presentan como van, complicadas cada día más, debido a que los partidos independentistas y republicanos se van a tener que encargar de sostener al próximo gabinete del régimen monárquico que padecemos. Paradojas de la alta política del Estado español.
Sánchez, para continuar en el puesto de mando, está dispuesto a amnistiar a todos los procesados por el intento de proclamación de la república catalana y además de poner sobre la mesa el asunto de la consulta popular sobre la independencia de Catalunya, ni más, ni menos. Por lo menos a poner el tema encima de la mesa. De todos es sabido que en el seno del PSOE existe una corriente de fondo profundamente españolista y centralista que rechaza cualquier concesión a los soberanistas. Emiliano García-Page Sánchez sería su cabeza visible con más empaque. Si la investidura sale bien, seguirán más o menos callados, pero si sale mal empezarán a cuestionar a Sánchez y mirarán de tejer un acuerdo con el PP, que aísle a Vox y a Sumar al mismo tiempo. La gran coalición. Y el presidente lo sabe.
Ahora bien, lo que pase con el PSOE me preocupa relativamente. Lo que más me ocupa son las repercusiones de todo este juego político para Euskal Herria. Nos encontramos en vísperas de unas nuevas elecciones en la CAPV, en las que pugnarán por la victoria el PNV y EH Bildu, con el arbitraje del PSE-EE, socio de ambas formaciones en Madrid. Es decir, tanto PNV como EH Bildu coinciden en apoyar un gobierno de Sánchez, aunque sea por descarte de otras opciones peores.
El PNV se muestra nervioso ante la mera posibilidad de no ganar esos próximos comicios autonómicos. Después de los magros resultados de las últimas elecciones da la impresión de que el trasatlántico peneuvista puede empezar a tener dificultades de navegación. Sin embargo la capacidad de reanimación de su electorado natural siempre ha funcionado cuando le ha sido necesaria. Es un partido centenario, capaz de superar los problemas que se le van acumulando como el deterioro de Osakidetza, el marrón de una Ertzaintza fuera de control, los casos de corrupción como el de su estructura alavesa, y en general el desgaste de un lehendakari más mustio que nunca.
Por su parte EH Bildu ha logrado encontrar acomodo en la centralidad política vasca, Haciendo gala de un pragmatismo que le está dando muy buenos resultados. Ha conseguido acumular nuevos apoyos, sin dejar de recibir los tradicionales, de los sectores que saben que el programa máximo de la coalición sigue intacto, pese a lo que pueda parecer a simple vista. Ya han anunciado que en los próximos cuatro años no se va a tratar sobre una consulta en torno a la soberanía nacional vasca. Pero algún día habrá que coger el toro por los cuernos. De expectativas de futuro no se puede vivir eternamente.
Volvemos al dilema sobre la investidura. Se han concitado en torno a la misma tal número de circunstancias que da la impresión de que, dejando a un lado a la derechísima pareja PP-Vox, al resto de fuerzas presentes en el Congreso español tan sólo les queda elegir entre Sánchez o Sánchez, no hay alternativa. Pero siempre queda la duda de qué hará el imprevisible partido de Puigdemont. ¿Le saldrá su cara posibilista o se mantendrá firme en sus principios de unilateralidad? Lo que es seguro es que mantendrán la cuerda tensada hasta ultimísima hora. Son los maestros del suspense. ⧫
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