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La vuelta de Otegi ha supuesto una inyección de moral para muchas personas que se sentían desorientadas con la actual trayectoria política de Sortu y de EH Bildu. Sin embargo, depositar en una sola persona las esperanzas de reanimación del antiguo punch de la izquierda abertzale es un ejercicio arriesgado. Se necesita mucho más que una cabeza brillante para poder enderezar un rumbo que adolece de una notable falta de definición. En este último periodo una parte de la izquierda abertzale, o al menos de su dirección, ha asumido un pensamiento débil, que se constata con intervenciones como las de Hasier Arraiz negando que la intención de Bildu sea desalojar al PNV de Ajuria Enea, o de Peio Urizar otorgando un papel centrista a la coalición, en medio de los polos del PNV y Podemos. Si se renuncia a ser en el futuro la fuerza mayoritaria y decisiva, se está renunciando de hecho al sentido histórico del proyecto independentista y socialista que arrancó en 1958.