2015/05/09

Otra vez la campaña

¿Sirven para algo las campañas electorales? Por supuesto que sirven. Por ejemplo para hacer que mucha gente deje de ver los telediarios y los informativos de radio, convertidos en simples altavoces de las diferentes ofertas políticas. Cada fuerza dispone de un trozo de tarta, dependiendo de su representación, y son sus asesores de campaña quienes deciden los cortes que se emiten en cada informativo. Delirante. 


Aparte de esto, no les veo mayor utilidad. La franja de población que tiene decidido su voto no lo va a cambiar por escuchar el último eslogan de algún partido emergente. Y la gente indecisa se dejará influenciar antes por su entorno familiar, laboral o amistoso que por un spot con música chirriante e imágenes edulcoradas repletas de banderitas. Por no decir que los modos y maneras de unos y otros candidados cada día se parecen más entre sí. Todos manejan el mismo menú, compuesto por unas cuantas promesas, normalmente poco originales, sazonadas con ataques más o menos ácidos a sus contrincantes. La fórmula perfecta para aburrir a la audiencia. 

Faltan propuestas originales, lanzar alternativas que cuestionen el fondo y no la forma. Invitaciones a la transformación social del país, más allá de las promesas compartidas de atajar la corrupción, que solo faltaba que estuvieran de acuerdo con ella. En resumen, que a veces resulta difícil distinguir el buen cereal de la mala hierba, y si no fuera por la cuestión nacional, o sea, el ámbito de actuación de cada formación, el tótum revolútum sería funesto. Por cierto que reportajes como el de los cinco candidatos a diputado general de Bizkaia viajando juntos por la ría del Ibaizabal en un gasolino, publicado en un diario bilbaíno, no ayudan precisamente a distinguir a tirios de troyanos. 

Arranque de campaña de EAJ-PNV
A estas alturas del partido, tal vez resulte demasiado exigente pedir que se hable más de pobreza, alimentación infantil o servicios sociales, que de otras cuestiones menos urgentes. Y es que el nivel de exigencia general ha descendido de modo notable en los últimos años. El dejar hacer se ha impuesto a la petición de cuentas al final del mandato. Da la impresión de que los políticos van por un lado y los peatones vamos por otro. Los intentos de crear espacios de encuentro no logran grandes resultados y al final seguimos como siempre, separados por una barrera virtual de difícil superación. 



El interés ciudadano por los actos de campaña es menor que cero, la sensación de hastío es generalizada y muchas gentes acuden a las urnas el día de la votaciones imbuidos por un extraño sentido del deber, más que con la ilusión de cambiar las cosas, aunque sea un poquito. Un deber ciudadano que en amplias capas de población no se comparte, lo que les lleva a engrosar las concurridas listas de la abstención.

Pero no pasa nada. Incluso con una abstención superior al 50% del censo las cosas seguirían funcionando más o menos. No hay mayor problema. Mientras se conformen las instituciones, gracias al reparto de funciones que conocemos como responsabilidades de gobierno para unos y leal oposición para los otros, el sistema que algunos denigramos se mantendrá vivo por los años de los años.

Termino con un apunte sobre encuestas. Los sondeos electorales son otro ejercicio de prestidigitación digno de mejor causa. Ahí está el recientísimo caso de David Cameron y su mayoría absoluta, no avanzada en ningún estudio demoscópico. En consecuencia no conviene hacerse ilusiones en terreno propio. Que si el régimen navarrero está a punto de derrumbarse, que si el PNV se verá afectado por bidegis y asuntillos varios, que si esto, que si lo otro. Estoy seguro de que el panorama institucional que nos brinde el 25 de mayo no va a ser tan diferente del actual, partidos (estatales) emergentes salvo. Y ojalá me equivoque, por supuesto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario