El mundo del ciclismo ha recibido con alborozo la compra de la licencia del equipo Euskaltel Euskadi por Fernando Alonso, piloto de Fórmula1. No es de extrañar, dadas las dificultades de patrocinio que sufren las escuadras, en parte por la crisis económica, en parte por la plaga del dopaje generalizado. La entrada de dinero fresco procedente de un deporte de elite como el automovilismo, con el efecto mediático que conlleva, puede ayudar a la rehabilitación de este deporte, si de veras se toman medidas drásticas para acabar con las prácticas tramposas.
Ahora bien, lo que puede ser una buena noticia para el ciclismo en general puede ser a la vez una mala noticia para Euskal Herria. La Fundación Euskadi y el derivado Euskaltel Euskadi, han desplegado la imagen de nuestro país, Basque Country pone en las camisetas, por todo el mundo. El aluvión naranja que se producía en las etapas pirenaicas del Tour ha sido un inmejorable escaparate del pais, moteado de ikurriñas. Ahora todo eso corre peligro de desaparecer o, en el mejor de los casos, de diluirse en un proyecto que en ningún caso será ya de raíz puramente vasca. Puede que el maillot siga siendo naranja, pero se tratará de una naranja un tanto amarga.
La compañía Euskaltel, nacida al calor de la liberalización de las comunicaciones telefónicas tras décadas de monopolio, ha logrado una importante cuota de mercado en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, mucho más limitado en Nafarroa Garaia. En su arranque estuvo liderada por capital vasco, pero hoy en día, tras sucesivas operaciones en su accionariado mantiene un pírrico 51% entre Kutxabank e Iberdrola. No hay sitio para estudiar el carácter vasco de esta multinacional, pero al menos su sede oficial sigue estando en Bilbao.
A pesar de que persisten muchas interrogantes sobre el proyecto de Alonso, lo lógico es que el equipo fije su sede en Oviedo, o en su defecto en Madrid, que incorpore ciclistas de nivel internacional ajenos a nuestra cantera y que, por supuesto, adopte un nombre acorde con los nuevos patrocinadores, en el que no sabemos si continuará Euskaltel.
Todo está por ver, pero de momento hemos perdido un resorte deportivo que ha realizado durante estos años una gran labor en la causa de la reivindicación nacional vasca, al margen de su principal dedicación deportiva, ya de por sí brillante. Me alegro por quienes se alegran, especialmente por ciclistas, mécanicos y personal adjunto que ve asegurado su próximo futuro, pero tengo la sensación agridulce de que una bonita etapa de nuestro ciclismo, comparable a las que no depararon el Kas, el Fagor o el Reynolds, está a punto de concluir.
No era un engendro autonomista zatikatzaile? No era un txiringuito más del PNV? Sólo os lamentáis cuando la ballena muere en la orilla, pero hasta que se queda varada, la atosigais hasta que termina embarrancada en la playa. Anda ya.
ResponderEliminarNunca he mantenido esas opiniones que citas, que en todo caso no comparto. Creo que detrás del equipo Euskaltel han estado seguidores de todas las ideologías, incluida muchísima gente de la izquierda abertzale.
EliminarUn saludo y gracias por prestar atención al blog.