He dejado pasar unos días tras la nueva declaración pública de la izquierda independentista. En temas de calado es mejor no precipitarse a la hora de valorarlos. A estas alturas no se puede deslindar la propia declaración de las reacciones cosechadas por la misma. Ya sabemos que lo que se dice en público no tiene porque coincidir con lo que se piensa en privado, pero como desconocemos esto último, nos conformaremos con lo primero.
En primer lugar hay que decir que la declaración refuerza y profundiza a la realizada en Altsasua. La refuerza porque se nutre de la misma filosofía troncal y la profundiza porque va más allá, emplazando a ETA y al Gobierno español a atender la declaración de Bruselas, signada por un grupo de personalidades del ámbito internacional, incluidos cuatros premios Nobel.
Algunos pueden pensar que los movimientos de la izquierda independentista son muy lentos y que están sobreactuados. Puede que tengan parte de razón. A muchos ciudadanos de este país les gustaría que el proceso de reflexión y autocrítica navegara a mayor velocidad de crucero. También existen quienes opinan que lo que para el propio mundo de la izquierda abertzale es un paso trascendental, para gentes ajenas a ese entorno ideológico no tiene demasiada importancia o se da por hecho. Es conveniente matizar estas cuestiones a la hora de analizar, más tarde, las reacciones habidas al documento.
En todo caso, la llamada Declaración de Iruñea, contiene suficiente contenido político novedoso como para llamar la atención a todos los agentes implicados en la situación de Euskal Herria. Quienes temían que tras la redada policial que ha llevado a la cárcel a cinco personas relacionadas con la defensa y apoyo a los presos políticos vascos, iba a llegar una ralentización de los pasos, se han equivocado. Vuelve a cumplirse la máxima de a mayor represión, mayor iniciativa política.
Además, el documento presentado toma el testigo de la Declaración de Bruselas, la valora positivamente e insta a los agentes en ella emplazados (ETA y Gobierno), a que respondan al emplazamiento de forma constructiva. Hay que recordar que el principal emplazamiento hablaba de una tregua permanente y verificable de ETA, que a su vez debería ser tenida en cuenta en la forma debida por el Gobierno español.
Otro punto revelador es que el análisis sobre la ruptura del último proceso de diálogo, llevado a cabo en Loiola y Suiza, concluye con un reproche tanto al Gobierno español como a la propia ETA, ya que se argumenta que "la experiencia demuestra que el esquema ante los desacuerdos que ha pivotado, por parte del Estado, sobre la activación represiva y, por parte de ETA, sobre la reanudación de las acciones armadas, lejos de solucionar los bloqueos en el diálogo, no ha hecho sino producir un bloqueo superior, que ha llevado a las partes a posiciones alejadas de la solución y a un escenario de colapso".
La vieja fórmula de echar toda la culpa al otro ya no es válida y el texto profundiza en la verdadera dimensión de aquella ruptura, sin utilizar los paños calientes. Además, se vuelve a proclamar que el proceso de cambio de ciclo afecta de forma directa a las formas y métodos de lucha, dejando claro que éstos se circunscribirán a la lucha de masas, institucional e ideológica.
En ese sentido, no puedo resistirme a reproducir el último párrafo: "Después de aquel primer pronunciamiento de Altsasu del 14 de noviembre, mediante esta nueva declaración sobre la resolución del conflicto, la Izquierda Abertzale deja sentado, sin reservas, su compromiso con un proceso político pacífico y democrático para lograr ese escenario donde el Pueblo Vasco, libre y sin injerencias ni violencia de ningún tipo, determine su futuro".
Es evidente la claridad del texto leído en Iruñea. No cabe lugar al error o la duda y a partir de ahora queda por contemplar las distintas reacciones, principalmente la de los agentes directamente emplazados.
Reacciones
En cuanto a las reacciones de partidos, agentes y medios, cabe decir que se ha podido percibir, en general, una mayor aceptación, aunque la mayoría de las veces con la coletilla de que es todavía insuficiente y que se requieren más hechos y menos palabras. Hasta ahí, lo esperado. Ahora bien, la positiva reacción de Aralar, EA, Ezker Batua y Alternatiba, contrasta con la profunda reserva del PNV, que sigue sin estar a la altura de las circunstancias. Del PP no se espera nada, por el momento, y el PSOE se mueve entre las dejadas al ancho de Egiguren y el inmovilismo de Rubalcaba, que en todo caso, parece menos agrio en sus manifestaciones que en anteriores episodios.
Donde sí se han apreciado cambios ha sido en el tratamiento de los medios, aunque me limito por falta de datos, a los impresos. Se le ha dad0 relevancia a la información, en algunos casos se ha tratado la misma con amplitud y bastante exquisitez, como en "El Diario Vasco" o "Público" y han sorprendido algunas columnas de análisis, como la de Angeles Escrivá en "El Mundo" el pasado domingo. En general se ha apreciado un reconocimiento de que hay novedades, aunque sigue habiendo resistencias a ponerlo negro sobre blanco. Sin embargo, todo el mundo sabe que medios como "El País" no acostumbran a realizar editoriales de hechos intrascendentes. Si el domingo editorializaba sobre la declaración, es porque entienden en ese medio que la misma aporta nuevas cosas.
Concluyo con el título de este post: Tiempos nuevos, tiempos difíciles, que recuerda aquella canción de los salvajes Ilegales. Nos encontramos en el umbral, a punto de dar el primer paso en esos nuevos tiempos que llegan, que no van a ser un camino de rosas, que traerán también dificultades y que habrá que administrarlos con dosis parecidas de prudencia y valentía, dos virtudes que, bien acompasadas, no sólo no son incompatibles, sino que son la mejor fórmula para el éxito final de este empeño.
Lo único que se me ocurre decir es que has hecho un muy buen análisis, que comparto en gran medida. Mi impresión es que la Declaración de Iruña es muy importante, novedosa y, posiblemente, decisiva en el futuro. Sin duda, no es más de lo mismo.
ResponderEliminarComparto lo dicho por Paul. De hecho creo que todos somos conscientes de que los cambios son profundos y caminan hacia la irreversibilidad de lo trasladado en Altsasu. Así pues la diferencia estriba no tanto en la creencia o no del alcance de dicha posición sino entre quienes quieren/queremos que se afiance y a quienes les viene mal que esto suceda por cuanto quiebra su estrategia de afianzamiento en el poder o de vuelta a él. Buen artículo.
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