2015/07/08

La lucha de clases en Europa

"A mayor abundamiento, el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables."
Karl Marx: "La derrota de junio de 1848" en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 

No puede ser más actual este texto escrito por Marx en el año 1850, si lo aplicamos a lo que está ocurriendo en estos meses con Grecia. Porque lo que ocurría en Francia a mediados del siglo XIX tiene mucho que ver con lo que ocurre en Europa en 2015. Son dos capítulos diferentes de una misma lucha de clases en la que la llamada aristocracia financiera viene ahora a estar representada por las instituciones que enmascaran con un leve barniz democrático los intereses que verdaderamente representan, que son los de los grandes emporios financieros, particularmente los que tienen sus sedes sociales en territorio alemán. 

Es cierto, como dicen los bufones del capitalismo financiero, que Grecia tiene una deuda exorbitante que nunca podrá devolver, ni creciendo su PIB anual al ritmo de China. Pero esa deuda gigantesca, de al menos 250.000 millones de euros, no ha sido generada en los escasos cinco meses en que el partido Syriza está al mando del gobierno heleno, sino que viene de años atrás, años en los que el gobierno de Grecia ha estado dirigido alternativamente por el Pasok socialdemócrata, homologable al PSOE español o al PS francés o por Nueva Democracia, un partido conservador que se podía homologar al Partido Popular español o a Les Républicains franceses de Sarkozy.


Resulta llamativo comprobar como los apóstoles del liberalismo económico en las grandes instituciones continentales, así como sus voceros mediáticos, insisten con el mantra de que el Gobierno de Alexis Tsipras debe cumplir con las reglas que ha marcado Europa, cuando han sido precisamente sus colegas ideológicos del Pasok y ND quienes han incumplido todas ellas, incluyendo el falseamiento de las cifras macroeconómicas que entregaban a las autoridades comunitarias en Bruselas.

Pero es que la crisis entre la Unión Europea y Grecia desvela que para los artífices principales de la unión lo más importante no es salvaguardar el proyecto comunitario, sino poner a salvo los intereses de las grandes corporaciones bancarias pilladas con la deuda griega. Es por ello que se da esa confrontación a cara de perro entre instituciones como el Eurogrupo, el BCE y el FMI por un lado y el Gobierno y el pueblo de Grecia por el otro. Y es por eso mismo que más del 60% de los votantes griegos manifestaron un rotundo OXI a Bruselas el pasado domingo. 

Porque sean cuales sean los errores cometidos por Grecia, que los ha habido y abundantes, no se puede tensar la cuerda hasta el extremo, forzando la instalación del corralito y poniendo condiciones dacronianas en materia social y de pensiones para abordar un necesario tercer rescate. Esa manera de negociar no es admisible entre socios de un proyecto que se supone común, sino de tahúres en la mesa de póker.

A día de hoy no sabemos cómo acabará este nuevo capítulo de la lucha de clases en Europa, pero momentos históricos como los que hemos vivido gracias a la vistoria del no en el referéndum, son un auténtico acicate para que otros pueblos de Europa se vayan quitando de encima las garras de un capitalismo deshumanizado que puede llevar a la ruina el proyecto de convivencia en Europa.

Estamos comprobando, entre la vergüenza y el asco, el verdadero rostro de unas instituciones europeas ineficientes, egoístas e incapaces de pensar más allá de los mezquinos intereses económicos de quienes verdaderamente campan a sus anchas en el continente, la aristocracia financiera que tan bien retrataba Karl Marx en sus artículos para la Neue Rheinische Zeitung.

Todo lo dicho no quita para que haya que reconocer que Grecia es un viejo país ineficiente, que necesita reformar su administración pública, una reforma fiscal que haga pagar más a los que más poseen o una diversificación de su economía, muy dependiente del turismo. Y tampoco nos olvidamos de que su presupuesto de Defensa es de los más altos del mundo en relación al PIB, tan solo por detrás de Estados Unidos y Gran Bretaña. Hay razones de índole estratégico para entender que no se reduzca esa partida presupuestaria, pero esa sería una historia para otro azogue. 


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