Estará el lector de acuerdo en que vivimos en una democracia limitada, encorsetada, en una democracia de andar por casa. Una democracia incapaz de reconocer a las naciones que existen en sus territorios, incapaz de reconocer su participación directa en la guerra sucia, incapaz de pedir perdón por la práctica sistemática de la tortura a los integrantes de las organizaciones clandestinas y a muchos ciudadanos que no tuvieron relación con ellas.
El próximo día 28 la ciudadanía vasca está llamada a votar. Foto: Onda Vasca |
Pero no vamos a hablar hoy de la escasa calidad de la democracia, sino de la magnitud extraordinaria que ha alcanzado la abstención. Una de las razones puede estribar, por cierto, en que a falta de una democracia viva y oxigenada, las personas con derecho a voto renuncian a ejercerlo de forma esporádica o de forma permanente. Basta un dato para poner las cosas en su sitio. En las últimas elecciones al Parlamento vasco, celebradas en el año 2020, en plena pandemia, una de cada dos personas con derecho a voto, se quedó en casa o se fue a pasear al monte, en vez de acudir a votar a su colegio electoral.
Lo llamativo de todo esto es que ni una sola de las formaciones políticas en liza haya reflexionado, por lo menos de forma pública, sobre el fenómeno de la abstención, sobre el que se pasa de puntillas por si acaso alguien les pide alguna suerte de responsabilidad sobre el mismo.
Los partidos y coaliciones no se sienten aludidos por el fenómeno de la abstención, al que deberían prestar un poco de atención, en vez de entretenerse en la noche electoral en subrayar los escaños ganados o el porcentaje de voto logrado. Un porcentaje que se mide sobre el voto consumado y no sobre el total de votantes, que es el verdadero porcentaje que refleja la incidencia real de cada formación política.
Son muchas y variadas las razones que se pueden argumentar para no ejercer el derecho al voto. La más clásica es la sustentada por el movimiento libertario o anarco-comunista, que no reconoce validez alguna al circo electoral. El publicista anarquista Ricardo Mella resume con gran lucidez, en su obra "La Ley del Número", la posición histórica de este sector ideológico. Por lo tanto no nos vamos a extender en ello. Pero sí apuntar que en determinados momentos políticos los anarquistas acudieron a las urnas, por ejemplo en febrero de 1936, por la posibilidad de una amnistía para sus innumerables militantes presos de ganar las listas del Frente Popular, como así sucedió. Pragmatismo en estado puro.
Otro ejemplo de abstención política es la posición que defendió la coordinadora KAS en 1977, frente a los comicios estatales convocados por el Gobierno español presidido por Adolfo Suárez. En aquella circunstancia la izquierda abertzale se mostró dividida. Mientras la citada coordinadora pedía la abstención, al entender que no se daban las condiciones mínimas para ir a las urnas, otras formaciones como Euskadiko Ezkerra, ANV o ESB presentaron sus listas logrando un escaño por Gipuzkoa la coalición entre EIA y EMK en la persona de Paco Letamendia Ortzi. Posteriormente la coalición Herri Batasuna defendió la abstención y/o la no ocupación de los escaños logrados, dependiendo de la coyuntura política de cada momento y el ámbito de unas u otras elecciones.
Aparte de estos ejemplos históricos siempre ha existido en Euskal Herria una corriente política testimonial favorable a no participar en las elecciones convocadas por el Estado español (o en su caso el francés), al argumentar que eran ajenas a la soberanía vasca que defienden. Se trata de una postura ideológica nacionalista radical con cierta incidencia en sectores abertzales, pero que nunca se ha organizado políticamente como tal, salvo en determinados clubes políticos de alcance limitado y carácter elitista. Es idéntica postura a la que defendieron algunos sectores independentistas cara a la guerra del 36. No participar en ella porque era un asunto entre españoles y ellos no lo eran.
Conviven también en la abstención sectores minoritarios de la izquierda radical, especialmente en sus expresiones juveniles, que se decantan por no acudir a votar el día 28, al entender que no concurren a estos comicios alternativas auténticamente socialistas, como ellos consideran su modelo de socialismo, muy alejado de las conocidas opciones socialdemócratas. Si bien cuantitativamente son opciones hoy por hoy poco significativas, cualitativamente representan una tendencia creciente cara al futuro a medio plazo, cuando podrían presentar sus propias candidaturas electorales.
Además de estas posturas puntuales, existe todo un segmento de la población que se aleja de los colegios electorales porque no encuentra ninguna ventaja clara en ir a votar. Son los autodenominados apolíticos, personas de diferente posición social y económica que coinciden en señalar que la política es para los políticos. Centrados en sus respectivas realidades laborales, sociales y familiares, consideran una pérdida de tiempo seguir las campañas electorales e irse el domingo a depositar su voto en la urna. A este segmento de la población, no tan minoritario, le da igual que gane las elecciones uno u otro partido, porque, según su punto de vista, todos son iguales.
Cabría añadir otro sector más, el de los que sencillamente no se enteran de las convocatorias electorales. Gentes que están a lo suyo y no se preocupan en absoluto de la sociedad a la que pertenecen. No son un segmento amplio de la población, "pero haberlos haylos".
Voto en blanco y voto nulo
Desde un punto de vista democrático ortodoxo se defiende que la participación activa en los comicios es una obligación ciudadana de primer orden y que en ningún caso está justificada la abstención. Sin embargo, cayendo en una contradicción evidente, todas las estadísticas oficiales recogen el dato de abstención en todos y cada uno de los procesos electorales. Lo que de alguna manera sitúa a la abstención como una opción política más. No obstante, desde las posiciones demócratas mayoritarias se considera que quien no tiene preferencia por ninguna opción política de las que concurren a las elecciones, puede optar por el voto en blanco, una alternativa que rechaza a todos las listas presentadas, pero que lo hace desde dentro del sistema, ya que el voto en blanco se contabiliza como una opción legítima.
Otra opción es el voto nulo realizado a conciencia y no por un error casual. En este caso se trata de una enmienda a la totalidad del entramado electoral, de una especie de grito desesperado de quien no ve cumplidas sus expectativas en ninguna de las ofertas electorales presentadas. Para consumar esta opción se puede tachar la papeleta de una determinada candidatura, introducir en el sobre una papeleta añadiendo un mensaje propio, e incluso meter un recorte de periódico o una lista inexistente. Sería la última opción de los rebeldes que no quieren ser tachados de apáticos abstencionistas, especie de excursionistas prófugos en jornada electoral.
Resumiendo las opciones existentes a la hora de afrontar una jornada electoral como la del próximo 28 de mayo, cada potencial elector debe considerar si acude a votar o prefiere engrosar el partido de la abstención, que sin duda será el ganador de los comicios. Si opta por votar a alguna de las listas, deberá elegir entre continuismo o cambio. Y si ninguna lista le convence, que también es posible, deberá votar en blanco, depositando un sobre vacío o enmendar alguna papeleta para que su voto sea registrado como nulo. Las opciones, por tanto, son diversas y todas ellas respetables, por mucho que les incomode a determinados líderes políticos. La grandeza de una democracia que se precie es acoger en su seno a todas las opciones, incluso a quienes la vituperan por considerarla limitada, ruin y mezquina, como la que padecemos en el Estado español.
La noche electoral del 28 de Mayo la totalidad de representantes políticos venderán los resultados cosechados de la mejor manera posible, pero sin mencionar siquiera de paso, el alto porcentaje de abstención que, sin duda, se registrará. Será el elefante de la habitación cuya presencia nadie se atreve a nombrar, por si acaso nos pisa el pie. El elefante de la abstención. ⧫
La ley del número - Ricardo Mella
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