El problema tiene diferentes perfiles, desde el puramente económico, que atañe a los propietarios, hasta el ecológico y medio ambiental. Por un lado, al tratarse de una especie ajena a nuestro ecosistema, no es considerada pata negra en ámbitos ecologistas, pero por otro hay que reconocer que sustenta una buena parte de nuestros bosques, contribuyendo en ese aspecto al sostenimiento de nuestro mapa verde.
El quid de la cuestión reside en el tratamiento elegido para combatir la enfermedad. Bien sea la fumigación química, más conservadora; la poda selectiva, menos agresiva con el medio ambiente; o la propia tala de los ejemplares más dañados. Otra salida, más traumática sería el corte a matarrasa de los pinares enfermos y su sustitución por especies resistentes al hongo, como el eucaliptus, tanto o más productivas que el pino insignis. Por supuesto que los más puristas defienden la sustitución por especies autóctonas, como el castaño o el roble, lo que no deja de ser una utopía, dada la visión productivista que mantienen la mayoría de propietarios de los terrenos.
En todo caso, la evolución de la enfermedad y los estudios que sobre ella se hagan, darán luz sobre las mejores soluciones, que siempre deben estar alejadas de catastrofismos estériles. No vamos a decir que es una especie invasora, porque después de tantos años está adaptada el medio, como el tomate o la patata, pero tampoco forma parte del catálogo de plantas autóctonas de Euskal Herria, que las hay y bastante más adecuadas para repoblar nuestros montes.
Banda marrón en Gallartu (Orozko). Foto: macizodegorbea.blogspot.com |
Sin embargo, traigo al blog la enfermedad de la banda marrón como metáfora de lo que está aconteciendo en nuestra sociedad en los últimos tiempos. En ella, como en nuestros pinares, y no por el cambio climático precisamente, se han ido asentado hongos dañinos que van socavando la salud de nuestra reconocida vena reivindicativa. El hongo del pragmatismo excesivo, que busca pequeñas mejoras posibilistas a falta de grandes cambios transformadores. El hongo del exceso de responsabilidad institucional, que aleja el ambicioso horizonte de conquista de grandes objetivos para mejores momentos. El hongo de lo políticamente correcto, que construye relatos supuestamente victoriosos sobre esquemas que no se sostienen. El hongo del sindicalismo por el sindicalismo, buscando la hegemonía en ese ámbito, y poniendo los intereses de grupo por encima de los intereses de clase y nacionales. El hongo del procesismo reduccionista, que especula con la existencia de un avance continuo cuando parece evidente que nada se mueve o incluso, en algunos ámbitos, se retrocede. En fin, para no cansar al lector, el hongo del optimismo vacuo, de red social, que se niega a reconocer la verdadera situación en aras a inocular en la población una pretendida ilusión que no acaba de prender.
En este campo, la clave reside también en el método que se elija para combatir al hongo, una vez detectado y estudiado su modus operandi. Se puede fumigar, podar o talar el pino, o también sustituirlo por otras especies, Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder, pero lo cierto y verdad es que los hongos de la banda marrón están carcomiendo nuestros bosques, y no solamente los de pino insignis, sino también los que han sustentado hasta el día de hoy el ser y estar del pueblo vasco sobre la tierra. ⧫
No hay comentarios:
Publicar un comentario