El inmovilismo de los Estados español y francés ante la estrategia unilateral activada por la izquierda independentista puede crear incertidumbre entre algunos sectores sociales, impacientes por visualizar resultados concretos al colosal esfuerzo que se está realizando. Incluso resulta comprensible que existan núcleos desengañados que intenten mantener inercias pasadas con el ánimo de desbloquear de algún modo la situación.
La reciente detención en Francia de tres presuntos militantes de la organización clandestina ETA ha provocado indignación popular, que en el caso puntual del barrio bilbaino de Errekaldeberri se ha traducido en una acción callejera de quema de contenedores. Una protesta que expresa un malestar, es verdad, pero que a su vez viene a justificar el propio inmovilismo de Madrid. El Gobierno del PP está deseando que se den estos episodios de violencia difusa para argumentar que nada ha cambiado y que, por tanto, la estrategia represiva que ha llevado estos años el Estado debe continuar sin cambio alguno.
Tanto la izquierda abertzale como Bildu Bilbao se han desmarcado de la acción de Errekalde, al considerar que queda fuera de la actual estrategia. Y lo han hecho con prontitud, antes de que la bola de nieve causada por un incidente de ese tipo se convierta en un auténtico alud mediático.
El caso es que, más allá de la propia autoría de la protesta callejera y de su limitado alcance, la misma se halla fuera de lugar. El compromiso de la izquierda independentista por las vías pacíficas y democráticas es firme y rotundo y no va a cambiar por muchas provocaciones que se produzcan. Y también se halla fuera de tiempo, porque nos encontramos en uno nuevo, el que representa la imagen del día 7 de enero en Bilbao, con decenas de miles de personas exigiendo de forma contundente y serena la repatriación de los presos, entre otras demandas.
En el camino por construir mayorías sociales y políticas determinantes no cabe la utilización de artefactos incendiarios. Ese periodo está superado. Lo que toca ahora es encender la llama interior de los ciudadanos y ciudadanas de este país para que se exprese libre y democráticamente con un mayoritario no a la imposición, a la continuación del sufrimiento, a la impostura. Un fuego liberador que transforme mentes y corazones hacia una resolución sin vencedores ni vencidos, en la que todos seamos protagonistas, en la que todos, absolutamente todos, salgamos ganando.
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