2013/05/03

Reunirse consigo mismo

El lehendakari de la CAPV, el territorio administrativo vasco con mayor número de habitantes, como solía remachar su antecesor Juan José Ibarretxe, está confundido. Primero quiere reunirse con unos, luego con otros, posteriormente con los unos y los otros, y así sucesivamente. Siempre he tenido a Iñigo Urkullu por persona seria y cabal, pero desde que ocupa Ajuria Enea no es el mismo. O está mal asesorado, que pudiera ser, o está hecho un lío.
Se cuenta del ex presidente estadounidense Gerald Ford que era incapaz de hacer dos cosas a la vez. Esas dos cosas eran caminar y mascar chicle. No es el caso del lehendakari, al que le considero capaz de realizar al mismo tiempo muchas cosas, además de esas dos. Como leer las memorias de Agirre en el kindle y escuchar música clásica en el MP4. Incluso puede aprovechar para pensar, al mismo tiempo, a quién va a convidar a un txakolí en la próxima ronda de encuentros para la estabilidad.


No es, por tanto, un problema de inteligencia, dios me libre, sino de falta de decisión. Al partido de Urkullu le está costando adaptarse a la nueva situación. Es decir, a los jeltzales les cuesta darse cuenta de que 27 diputados de 75 no suponen la mayoría de escaños del parlamento. Les faltan once, todo un equipo de fútbol. Una vez que el lehendakari y sus escuderos, Erkoreka y Egibar,  asimilen que están en minoría, tendrán que tomar posición sobre el socio que necesitan para lograr esa cifra mágica de 38 escaños y salir del actual impasse.

Ahora mismo, y por lo visto esta semana, no tienen nada claro con quién pactar, pero sí con quién no hacerlo. Es más, ni siquiera está claro que hayan llegado a la conclusión de que algún tipo de acuerdo es obligado. Su indecisión les delata.

Por lo pronto, y antes de que comience la rueda de entrevistas con partidos e instituciones, no estaría mal que el lehendakari se reuniese consigo mismo. Más que nada para aclarar ideas y alcanzar un pacto personal e intransferible que le permitiese acudir al Forum Europa o al propio parlamento con algún propósito definido y no con el solo ánimo de entretener el tiempo, que es lo que ha venido haciendo hasta la fecha.

Incapaz de sacar adelante sus presupuestos, Urkullu no ha conseguido hasta la fecha ningún acuerdo de calado con nadie. El partido que se atribuye la centralidad, la capacidad de pactar con todos, parece estar un tanto descentrado, sin rumbo claro, salvo en Gipuzkoa, donde la oposición radical a Bildu le ha dado oxígeno.

La encrucijada en la que se encuentra el PNV se puede resumir en una doble paradoja. Plantea alcanzar un pacto de país con PSOE y PP, dos formaciones políticas que siguen sin reconocer el carácter nacional del país de los vascos, Euskal Herria. En cambio, con quienes reúnen esa condición, EH Bildu, descarta el acuerdo por las diferencias de enfoque en temas económicos y sociales.

Cuando un partido que se dice nacionalista prefiere acordar con formaciones de ámbito estatal y antinacionalistas sobre formaciones asentadas en la realidad nacional vasca, aunque sean de izquierdas, algo grave está sucediendo aquí. ¿Cuál puede ser el alcance real del nuevo estatus político enarbolado por Urkullu para 2015? ¿Es posible profundizar en el soberanismo y el derecho a decidir suscribiendo mientras tanto acuerdos con PSOE y PP? Parece evidente que no.

La dirección del PNV sabe que el único modo de avanzar hacia nuevas cotas de soberanía es acordando con las fuerzas que sustentan EH Bildu, mediante un gran acuerdo nacional que permita desbloquear la actual situación. Lo sabe, sí, pero entiende que dar ese paso significaría otorgar carta de naturaleza a un hijo que se fue de casa hace más de cincuenta años. No están preparados para superar el vértigo y acometer el desafío. Por ahora.   


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