2019/02/08

Síntomas

Durante estos últimos días estamos conociendo noticias inquietantes. Independentistak Sarea renuncia a organizar el Aberri Eguna como venía haciendo en los últimos años. Gure Esku Dago, por su parte, da por concluido el ciclo de consultas ciudadanas, tras el doble resbalón cosechado en Donostia e Irun, con porcentajes de participación menguados. 


Además, algún amigo implicado en el meollo de la cultura vasca reconoce en público que atravesamos una zona oscura, no sé si valle angosto o desfiladero, tras haber conocido etapas de exaltación tumultuosa, que parece no volverán por el momento. Arrano Beltza vuela bajo.



Aunque las noticias no sean halagüeñas, también es verdad que de vez en cuando conviene darse un baño de realidad, repasar el camino recorrido en los últimos años y proyectar hacia el futuro nuevos entusiasmos, que hoy por hoy, no parecen emerger en el panorama político vasco. 

No se puede estar todo el tiempo enmascarando la realidad cotidiana, presidida últimamente por una especie de rutina, en la que algunos actores políticos determinantes en este país parecen haber caído en un cierto conformismo, veteado de conservadurismo, en el sentido de conservar lo que se tiene, no arriesgándose a dar pasos decisivos hacia adelante.

En el asunto del Aberri Eguna me parece que la reflexión efectuada por Independentistak hace aportaciones interesantes, en el sentido de que hay una verdadera necesidad de apostar por una celebración unitaria. Voy más allá, si verdaderamente se quiere implementar en un futuro el derecho de autodeterminación, es imprescindible contar con apoyos que se sitúen fuera de las formaciones abertzales. 

La unión entre abertzales está bien, para ciertos objetivos, pero es insuficiente para otros. Los números no dan. Por eso sería preciso plantear un Aberri Eguna en el que se sintieran cómodos ciertos representantes de Podemos, Ezker Anitza, Equo, CCOO o el propio PSE-EE. Un Aberri Eguna que responda más al sentido profundo de patria de todos los vascos, sean o no nacionalistas. Una jornada de carácter más patriótico, en el buen sentido del término.

Respecto al papel futuro de Gure Esku Dago, es evidente que ha alcanzado notables éxitos en las movilizaciones ciudadanas, eso sí un tanto despolitizadas, que en el terreno de las consultas ciudadanas no ha logrado alcanzar, salvo en pequeños municipios. Lo cierto es que ya resulta complicado que la gente vaya a votar cuando se juega algo real, de ahí el alto grado de abstención de los últimos procesos electorales. Pero mucho más difícil es movilizar a la gente cuando se trata de consultas sin valor jurídico, que se limitan a un trabajo pedagógico y movilizador. No es poca cosa, pero resulta insuficiente.

A todo ello, no debemos olvidar que los sucesivos estudios demoscópicos que se han ido publicando en los últimos años han ofrecido una tendencia constante a la baja en las expectativas independentistas. Ya sabemos que los estudios oficiales no son del todo fiables, pero aunque los porcentajes no sean certeros, sí que marcan una tendencia de fondo.

Puede deducirse de los síntomas apuntados que estamos atravesando un periodo de repliegue, de un cierto anquilosamiento de la ilusión soberanista. A ese respecto conviene señalar que los procesos soberanistas no son de suma creciente, como se ha demostrado en Quebec, donde el voto independentista se ha reducido de un 50% en la última consulta realizada a un 25% en las recientes elecciones legislativas. Esto no quiere decir que aquí vaya a ocurrir lo mismo, pero conviene tenerlo en cuenta. El apoyo popular al soberanismo puede aumentar, por supuesto, pero también puede disminuir. Todo depende del trabajo que realicen los grandes actores políticos del país y organizaciones ciudadanas como Independentistak o Gure Esku Dago. ⧫ 

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