2016/07/09

Democracia real, democracia virtual

Tras el referéndum sobre la salida o no del Reino Unido de la Unión Europea se han leído algunos comentarios afirmando que David Cameron pasará a la historia como el peor primer ministro británico de la historia. Es pausible defender que sus propios intereses políticos le llevaron a hacer una promesa sobre la consulta con el fin restar apoyos a los euroescépticos de dentro y fuera de su partido. Sin embargo, una vez conquistada la mayoría absoluta en el Parlamento, Cameron podía haber congelado la idea del prometido referéndum, como hacen la inmensa mayoría de líderes políticos europeos con sus gaseosas promesas electorales. En cambio Cameron, en una postura que le honra, mantuvo su promesa y otorgó la palabra al pueblo. Y el mejor ejemplo de que en el seno de la sociedad británica había un problema respecto de Europa es el propio resultado a favor de la salida, el famoso Brexit. 


David Cameron. Foto: www.mirror.co.uk
No voy a entrar a valorar la consulta en sí. Tan solo decir que para un asunto de semejante trascendencia consideraría más oportuna la adopción de un listón más alto a superar, digamos un 55% del voto total. No creo que sea muy justo enmendar una decisión anterior, adoptada en referéndum en el año 1974, a favor de la integración con un raquítico 50%+1 de los votos. Pero esa es otra historia. 


Ahora lo que procede es subrayar el comportamiento exquisitamente democrático de David Cameron, que ha puesto en juego su carrera política, dando vía libre a un referéndum que ha perdido con claridad. Suele decirse que las consultas se convocan desde el Poder para ganarlas, pero en este caso no ha sido así. Anteriormente Cameron ya había actuado de la misma manera, posibilitando el referéndum en Escocia, que ganó con suficiencia. Pero con ser importante el resultado, hay que darle mayor valor al mismo hecho de que se consulte a la población de una nación que forma parte del estado británico. Sobre la eventualidad de abandonar el mismo o sobre el reparto de los impuestos al petróleo, me da igual. 

Eso sí, no basta con realizar la consulta, sino que es imprescindible acatar su resultado. Tenemos un ejemplo paradigmático en lo ocurrido recientemente en Grecia, donde el No ganó ampliamente la consulta, pero el Gobierno de Siryza, que lo había convocado, no respetó la decisión del pueblo y además aceptó recortes mayores que los que en un primer momento se habían barajado. La maniobra de Alexis Tsipras no tiene nada que ver con la de Cameron, ya que este último ha tomado nota de la opinión mayoritaria y ha decidido irse a su casa. Tsipras será de izquierdas y Cameron de derechas, pero en este caso el británico le ha dado al griego una lección de coherencia.


Alexis Tsipras, líder de Siryza

Nos podíamos dar con un canto en los dientes si en La Moncloa residiese un líder político que aunase la calidad democrática del inglés. Todo sería mucho más fácil, sin duda, y contenciosos como el que se vive ahora en Catalunya podrían encauzarse con la celebración de un referéndum sobre la independencia. Pero la democracia británica, con todos sus defectos, en especial el colonialismo, tiene poco que ver con la española, que adolece de demasiados defectos para que pueda ser considerada como una democracia de calidad. A veces le queda grande hasta el calificativo de "formal", para quedarse en meramente virtual.

Eso no quiere decir que no pueda ser transformada mediante un impulso democratizador surgido del pueblo, como ya ocurrió con el advenimiento de la II República en 1931, recordemos que mediante unas elecciones municipales. Durante un corto periodo de tiempo, España vivió avances políticos y sociales sin precedentes que fueron truncados por el golpe militar, apoyado por lo más granado del capitalismo peninsular, incluido el vasco y el catalán. Es posible que en este momento no se den las circunstancias propicias para una regeneración democrática del calibre de la republicana, pero afirmar que el cambio democrático en el Estado español es imposible, es tanto como decir que la primera revolución obrera tenía que haberse producido en la industrial Inglaterra y no en la campesina Rusia, como realmente ocurrió.

Se oyen voces en Euskal Herria y Catalunya que se abonan a esa tesis de la imposibilidad de un nuevo marco democrático en el Estado como justificador de la necesidad de emprender un proceso soberanista y/o independentista. Pero si esa es la base de la reclamación, mal vamos. Una reivindicación soberanista puede verse estimulada si la metrópoli está gobernada por sátrapas, pero resultaría muy débil si se quedase en eso.

Un gran porcentaje de población de Quebec o Escocia aspiran a independizarse de sus respectivos estados, pero nunca usarán semejantes argumentos para justificar la separación. Tienen que haber razones históricas, sociales y culturales que lo sustenten, y sobre todo la voluntad mayoritaria de la población sustanciada en una consulta libre y vinculante. 

Otra derivada se produce cuando esas mismas voces argumentan que en España no hay condiciones para una democratización radical, mientras que en las periferias catalana y vasca si las hay. Me gustaría conocer de primera mano en qué se basan para realizar esa afirmación. ¿O es que han olvidado que las grandes burguesías de las dos naciones sin estado propio citadas se alinearon con el franquismo desde la primera hora y lo sostuvieron sin ambages durante 40 años? ¿Les suenan de algo los nombres de José María de Areilza o Josep Plá?

Es, y ya termino, como algunos esloganes que se utilizan, quiero pensar que sin meditarlos en demasía, en demanda de independencia. Ese "Nos vamos" que no tiene pies ni cabeza. De aquí no se va nadie, quienes se tienen que ir, quienes deben replegarse, son ellos, los estados español y francés. Porque, entre otras razones, los vascones ocupamos este solar, este pequeño rincón del planeta, desde mucho antes de que existieran el Reino de España y la República de Francia.


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