2016/02/01

Qualsevol nit pot sortir el sol

Cuando uno se siente bloqueado, un tanto melancólico por la situación del país, suele funcionar el viejo truco de la búsqueda de la belleza. Puede ser un poema de Pessoa, una película de Mijalkov o una cancioncilla de Jaume Sisa o Vainica Doble. La salida no suele fallar y por ello se la recomiendo a todos ustedes. Es más, en el caso de la canción llamada Qualsevol nit pot sortir el sol se trata de toda de una declaración de intenciones del cantor galáctico catalán. ¿No está tan de moda Catalunya? Pues recurramos a uno de sus iconos más desobedientes y libertarios. 

Loic Bernardin/AFP

Vivimos en una verdadera noche como país del Cantábrico que somos. La imagen del carguero a la deriva "Modern Express", remolcado a puerto a través del mar de Nafarroa, es más que elocuente de nuestra propia situación. Tal vez algunas de nuestras más privilegiadas cabezas saben el rumbo a tomar, pero el resto de los mortales lo desconocemos, lo que nos crea una inmensa zozobra. 


Se suceden los encuentros, las reuniones, los debates, las críticas, los artículos de periódico de ilustres firmas, pero la situación no acaba de mejorar. Ni siquiera se atisban señales que puedan indicar una mejoría en el próximo futuro. Ha habido foros, declaraciones, comparecencias de prensa y demás ceremonias, pero la situación de fondo sigue bloqueada. Esa es la verdad.

Ahora bien, como dice Sisa, cualquier noche puede salir el sol, así que la táctica acertada puede consistir en esperar a que esa circunstancia mágica se produzca. Entre tanto toca seguir aguantando cierres de fábricas, personas sintecho que mueren como animales, presos aislados en sus prisiones, amigos que van a visitarles que se accidentan en el camino, agresiones sexuales a mujeres, crímenes machistas en aumento... Y en lontananza, tan lejos y a la vez tan cerca, miles y miles de refugiados que sufren e intentan huir de la guerra, el hambre, la enfermedad, como en los peores episodios de las anteriores grandes guerras europeas. Refugiados a  los que tememos como a la peste, por ser diferentes.

Podría entretenerme escribiendo unos cuantos párrafos más, en los que seguiría describiendo lo que acontece y la vergüenza que siento al contemplarlo. La corrupción generalizada, la falta de humanidad de los políticos, las maniobras torticeras que protagonizan para engañar a la gente, las promesas incumplidas, los gastos superfluos en fastos sin ningún sentido, el crecimiento de la mendicidad en nuestras ciudades. Ya es suficiente.

Seguiremos apostados en alguna esquina de la ciudad, a ser posible en una calle desde la que se divise el mar, esperando el momento en el que una señal, no sabemos cual, nos venga a anunciar que cualquier noche puede volver a salir el sol que nos ilumine.  


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