2016/02/16

La quinta pata

El último sondeo electoral encargado por el Gobierno vasco, el Sociómetro, publicado hoy mismo, viene a confirmar lo que ya sabíamos: el desgaste de los partidos tradicionales a costa de Podemos y, en mucha menor medida, de Ciudadanos. Un desgaste que no se reparte de forma equitativa, sino que afecta en especial al PSE-EE y a EH-Bildu, pero que también erosiona la fortaleza electoral del PNV. 
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De confirmarse el sondeo, el PSE-EE perdería siete escaños, EH Bildu seis, el PNV tres y el PP dos. Sabemos que todos estos sondeos son objeto de un refinado trabajo de adaptación al gusto de quien lo encarga, y es posible que la entrada de Podemos en el Parlamento de Gasteiz sea aún más espectacular de la que reflejan las cifras del Sociómetro. También es posible que la caída del PP sea mayor, dado que los continuos escándalos de corrupción están minando de forma severa a su base electoral. 

Ahora bien, resulta esclarecedora la lectura principal del sondeo. Podemos, un partido que apenas lleva dos años en marcha, logra ocupar un espacio central en el tablero vasco, convirtiéndose en la segunda fuerza parlamentaria y "apropiándose" de una buena parte de los apoyos tradicionales que han sustentado hasta ahora los proyectos de EH Bildu y PSE. Y digo que resulta esclarecedor porque se trata de una fuerza política de nuevo tipo, que ostenta algunas características de la izquierda radical, a la vez que consigue entrar en nichos de voto más moderado, de gentes preocupadas sobre todo por la situación social y la corrupción y menos preocupadas por los temas de carácter nacional o identitario.

La conclusión es que esto va en serio. Que el cambio del mapa político no es un asunto menor, una moda pasajera, sino que existe un movimiento de fondo, arraigado, que lo sustenta. Por lo tanto, la obligación de todo el resto de fuerzas políticas es primero analizarlo y acto seguido poner en marcha propuestas innovadoras que tiendan a taponar la sangría de votos que se les avecina.

En el caso del PSE-EE la fórmula consistiría en intentar recuperar el perfil original del partido, perfil que perdió hace ya demasiados años y que parece tarea imposible retomar. Y en este sentido tampoco va a servir disfrazarse de lo que no se es, porque los votantes, al final, lo van a discernir. Su actual apoyo presupuestario al PNV, con quien gobierna en coalición en importantes instituciones, tampoco ayuda.

En lo que respecta a la izquierda abertzale, que se encuentra inmersa en un proceso de debate interno, quiero entender que debería preocuparse bastante más por las consecuencias de la crisis económica y social que seguimos padeciendo y menos en llegar a acuerdos institucionales con el PNV, que últimamente parece ser la principal ocupación de sus responsables.

Mientras varios portavoces de Podemos han expresado recientemente que su objetivo se centra en ganar la partida al PNV en las urnas, tanto EH Bildu como el PSE-EE parecen haber renunciado, por muy diferentes razones, a ese propósito. Y tenemos que tener en cuenta que muchos habitantes de este país se sienten cansados de que, salvo la prescindible legislatura de Patxi López, el resto han estado gobernadas durante muchos años, en solitario o en coalición, por el partido de Sabin Etxea.

No es momento de pronosticar que alianzas serían necesarias para dotar de estabilidad al Gobierno que saliese de ese intrincado mapa electoral, tan fragmentado. Lo que sí se puede adelantar es que los escaños de las llamadas fuerzas abertzales (PNV + EH Bildu) sumarían 39, muy lejos de los 48 actuales. En la otra suma, las fuerzas conservadoras (PNV + PP + Ciudadanos) sumarían ahora 33, por los 38 que suman en la actual Cámara autonómica, mientras que las fuerzas de izquierda, más o menos moderada, pasarían de los actuales 37 (EH Bildu + PSE), a los 42 que ofrece la encuesta con la incorporación de Podemos.

Sabido es que conceder al PSE el adjetivo de fuerza de izquierdas es atrevido, pero a su base sociológica sí que se la podría considerar así. En resumen, que el Parlamento de Gasteiz cambiaría, gracias a Podemos y pasaría a estar dominado por escaños de obediencia estatal frente al actual predominio abertzale, pero al mismo tiempo se decantaría hacia la izquierda, rompiendo el actual equilibrio 38 a 37, en el que mandan las fuerzas consideradas de centro-derecha. 

Quienes pensábamos que la estructuración política de Hego Euskal Herria respondería por tiempo indefinido a un esquema de cuatro grandes fuerzas [dos a derecha y dos a izquierda, dos de ámbito vasco y dos estatal] estábamos equivocados. La quinta pata que va sujetar la mesa ha roto ese esquema tradicional, y lo ha hecho desde una izquierda estatal que defiende el derecho a decidir del pueblo vasco, pero que a su vez se preocupa más de los temas cotidianos del día a día frente a otros empeñados en ensimismadas preocupaciones sobre la construcción del país. A ver si de preocuparse tanto del futuro, de dibujar un país idílico, independiente y socialista, un país que a día de hoy no existe, nos vamos a quedar en un país soterrado, como la mayoría de los kilómetros del TAV, y desestructurado, como los patios traseros de nuestros grandes museos y auditorios. 







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