2014/12/14

Votos y decisiones

Estamos en tiempos de encuestas. Pero no se preocupe el lector, no voy a dedicar este pequeño apunte a descifrar intenciones de voto, a hablar de cocina demoscópica, ni a especular con las alcaldías y escaños de una u otra formación política. Ya llegara el momento de hacerlo, si acaso.

El escrito de este domingo invernal trata de abordar la manera diferente en la que un elector participa en unas elecciones corrientes y otras en las que se encuentre en juego algo más que las mayorías para formar gobierno. Me atrevería a decir que la percepción psicológica de la persona ante la urna varía de forma evidente en una y otra ocasión.


Todo esto tiene algo que ver con el voto útil, pero va más allá de ese fenómeno político tan manoseado y del que, a veces, tan poco se sabe. De todos es sabido que el voto útil, apoyar a la opción menos mala en vez de a la preferida, de entre todas aquellas que se supone que tienen oportunidades claras de gobernar, ha arruinado más de un proyecto político. Y a su vez ha fortalecido con claridad a otros. En el primer caso se sitúa Izquierda Unida, en el segundo estarían formaciones como el PNV y UPN, por citar las más cercanas.

Sin embargo, además del voto útil, aparece en determinadas coyunturas otro fenómeno paralelo, que es el que pretendo apuntar hoy. No es lo mismo votar en una consulta no vinculante, como la que se ha celebrado recientemente en el Principat catalán, en la que lo que estaba en juego era la movilización de la población independentista, que una hipótetica consulta futura en la que se pueda determinar, de forma vinculante, el futuro estatus de Catalunya. Es decir, que el elector deba dilucidar entre una Catalunya independiente o una ligada al Estado español. 

Igual fenómeno ocurre cuando en una comunidad, pongamos la Foral de Nafarroa, se deba dilucidar entre el actual estatus foralista español que encabeza UPN y un nuevo estatus de profundo cambio democrático, amén de favorable a una clara ligazón con el resto de Euskal Herria. Frente a esa tesitura en la que se vislumbra el surgimiento de una alternativa real a lo caduco, es necesario convencer al electorado del valor de cada voto. De que abstenerse sería, en este caso, una ligereza imperdonable.



Una ocasión histórica en la que se dilucidaba algo importante, la salida de miles de presos de las cárceles, consiguió que muchos militantes y simpatizantes de la CNT acudiesen a votar a las listas del Frente Popular, rompiendo la consigna anarquista de no participar en los comicios burgueses. Ese cambio de posición facilitó la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 y llevó aparejada una amnistía para los presos políticos, entre ellos muchos anarcosindicalistas. Las gentes de la CNT no emitieron un simple voto, sino que tomaron una decisión.

La diferencia existente entre emitir un voto para elegir alcalde o presidente del gobierno o tomar una decisión para sustentar un cambio político de trascendencia, es mucha. Y puede llegar a ser decisiva si las fuerzas que avalan ese cambio de estatus son capaces de llegar a una mayoría de la población y le trasmiten un mensaje simple y contundente. Es lo que se empeña en difundir el líder de Podemos cuando repite incansable la consigna de que quieren ganar las elecciones, que no se conforman con un grupo parlamentario importante.

Ante las elecciones forales navarras del próximo mes de mayo o ante el futuro referéndum decisorio en Catalunya, el elector no puede acudir al colegio electoral con la simple intención de emitir su voto y volverse a casa. Tiene que acercarse a la urna dispuesto a tomar una decisión. Una decisión que puede llegar a cambiar la historia de su país y hasta su propia trayectoria vital.      

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