2014/11/15

Si queremos, somos

Últimamente, algunas conversaciones con amigos sobre materia tan escurridiza como es la política, acaban naufragando a escasos metros de una playa llamada melancolía. Tal vez sea cosa de la edad pensar que tiempos pretéritos, sino mejores, fueron más apasionantes. Es muy posible que estuviéramos confundidos cuando ejercíamos  la vieja pasión política, y también es posible que lo estemos ahora, cuando la melancolía nos embarga el espíritu tras ingerir la segunda caña sin alcohol. 


Cuando algunos diarios del país llevan desde hace meses abriendo con Catalunya su primera página, es difícil concretar. Algunos analistas estiman que la clave está en imitar a los mediterráneos, haciendo cadenetas gigantes y movilizaciones imaginativas. Yo estimo que al Estado le traen al pairo semejantes performances, se desarrollen en Palafrugell o en Elorrio. No es una cuestión de formas la que impide el avance. La cuestión es de fondo, de mucho fondo.

Y la clave principal para que se lleve a cabo ese avance, aunque sea humilde, en el camino de la liberación nacional y social de la ciudadanía de Euskal Herria, reside en esa misma ciudadanía. En su voluntad de cambiar la actual situación, en su deseo, expresado democráticamente en unas urnas, aunque sean virtuales como las catalanas, de dejar a un lado lo viejo y abrazar con ilusión lo nuevo.

Pero no hay cambio sin esfuerzo, ni mejora sin trabajo. Y ese esfuerzo y ese trabajo deben concitar el mayor número de voluntades posible en torno a una idea progresista de emancipación nacional. No se trata de llevar a cabo la revolución social, pero tampoco de hacer desaparecer, como por encanto, la barrera que separa a explotadores de explotados. Puede que a algunos les suene a mensaje viejuno, pero las clases sociales, por mucha clase media emergente que haya habido desde los años sesenta, siguen existiendo. Y sigue habiendo gente, bastantes vascos y vascas que diría aquel, que lo está pasando mal, e incluso muy mal, en estos tiempos de crisis económica y política que atravesamos.

Por tanto, es necesario mostrar a todas esas capas sociales que la emancipación nacional de Euskal Herria tiene que ir ligada directamente a una mejora en sus condiciones de vida. Que un Gobierno nacional vasco debe ser capaz de administrar mejor los recursos del país, de proceder a una mejor redistribución de la riqueza, de situar a la educación, la sanidad y la política social en su objetivo principal. En definitiva, de priorizar lo público sobre lo privado.  

Pero para abordar esa ingente tarea no vale con ganar unas elecciones, ni con hacer un aseado trabajo institucional allá donde los votos del pueblo lo han permitido. Hace falta poner en marcha toda una dinámica de socialización que agrupe a una mayoría social para el cambio. Una dinámica que cuente con la gente, que la escuche, que sepa hacer suyos los problemas cotidianos de la población. No se trata tanto de fabricar grandes discursos, ni de lanzar esloganes acertados, sino de construir, con la ayuda y participación de una buena parte de la ciudadanía, un nuevo contrato social que nos conduzca a la soberanía plena, nacional y social.

El reto va mucho más allá de las estructuras, a veces oxidadas, de los partidos políticos. Trasciende de siglas y coaliciones. Debe constituirse en un verdadero llamamiento a la no resignación, al inconformismo. Un llamamiento al cambio que parta del principio de que nadie es más que nadie y de la estrategia de sumar con la gente, dejando a un lado prejuicios atávicos y miedos a lo desconocido. 

En algunos círculos políticos se viene hablando en los últimos meses de generar en este país de los vascones un amplio frente político y social que se convierta en mayoría social. Algunos se hacen la pregunta, ¿con quién hay que hacerlo? La respuesta es muy fácil: con la gente. Con todas las mujeres y hombres de este pueblo que quieran dejar atrás la desigualdad, la corrupción, el autoritarismo, el ordeno y mando, las cautelas y los miedos. Que quieran ser personas libres en una nación libre. 

1 comentario:

  1. Anónimo7:40 p. m.

    Llamamiento a construir nuestro País, no solo en el papel, es hora de ir dando pasos, de hacer que toda esas personas que creemos en una Euskal Herria libre, democratica y soberana vayamos haciendola realidad. Tejamos ese camino que más pronto que tarde nos debe llevar a decidir, aunque el Estado no nos deje hacerlo. Es la hora de hacerlo realidad, no esperar a nada, a nadie, que cada uno asuma su compromiso.

    ResponderEliminar