2014/07/07

Apariencias federales en el PSOE

Todo aquel observador que haya pasado la barrera de los cincuenta sabe perfectamente que el PSOE es un maestro del arte de birlibirloque. Sus dirigentes son camaléonicos, mutan según se desarrollan los acontecimientos políticos. El mejor ejemplo es un personaje llamado José Luis Rodríguez Zapatero, un político sin ideas, que logró cautivar a su partido y luego a medio Estado español. Con lo torpe que fue gobernando, aguantó siete años. Es cierto que la mitad que su antecesor Felipe González, pero en todo caso una eternidad para uno de los políticos más huecos que se han conocido en Europa en los últimos 50 años. 


Zapatero, como antes González, fueron grandes prestidigitadores. Consiguieron envolver en papel de colorines unas políticas al servicio del capitalismo que para sí hubieran querido algunos líderes de la derecha. El anteúltimo ejemplo de esta manera de actuar la contemplamos con motivo de la abdicación de Juan Carlos de Borbón. Alfredo Pérez Rubalcaba, en un último acto de servicio al sistema, cerró filas con el PP en una firme defensa de la monarquía. Eso sí, se encargó de vociferar ante los medios sobre las "hondas raíces republicanas" de su formación. González fue más allá y recuperó el término accidentalista, o sea, estoy en lo que convenga, como el rancio Indalecio Prieto, al que tanto debe.

Viene todo esto a cuenta del debate de los tres candidatos a la secretaría general del partido de Pablo Iglesias, el bueno, como se encargó de matizar Pedro Sánchez. Habría mucho de que hablar sobre el acontecimiento, pero nos centraremos en el asunto nacional. Los tres candidatos se empecinaron en defender una reforma constitucional que dote al Estado de una configuración federal. No es nada nuevo en el PSOE, pero sí lo es que se empeñen en airearlo en público. Pérez Tapias, el más izquierdista, habló de reconocimiento del carácter plurinacional del Estado, regresando al PSOE de 1974, o asi.

Ya sabemos que el federalismo del PSOE se comporta como el chicle, se va ensanchando o encogiendo según vengan dadas. Como ahora vienen mal dadas, especialmente por el reto de la consulta soberanista en Catalunya, el federalismo se transfigura en una especie de Confederación de Repúblicas Ibéricas, como aquella república de trabajadores de todas las clases de 1931. Suena bien la música, pero cuando se ponen a escribir la letra se va descafeinando, como ha ocurrido recientemente con las hondas raíces republicanas, de las que solo se acuerda el patético Odón Elorza.

Dicen los sabios que de cualquier anécdota es posible sacar una enseñanza. Del debate interno del PSOE se saca la enseñanza de que el modelo constitucional de 1978 hace aguas por demasiadas partes. Que los adalides, junto al PP, de la pervivencia del Estado unitario, aparentan intenciones de ceder en el finisecular centralismo para conceder algo a las periferias rebeldes. No harán nada. Bueno, no seamos tan tajantes, tal vez sí. Es posible que en la próxima legislatura se empecinen en reformar el Senado como cámara territorial, cuando lo que deberían hacer es suprimirlo y ahorrar gastos.    

He apuntado en un post reciente que la España más inteligente, que la hay, debería plantearse de una vez por todas una profunda reforma constitucional que reconozca la soberanía de las naciones enjauladas en su seno. Si éstas se liberan, buenas relaciones con ellas, si se quedan, miel sobre hojuelas. ¿Aprenderán?

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