2013/03/10

El honor perdido de Sanz y Barcina

Foto: www.noticiasdenavarra.com
Dice Yolanda Barcina, en su patética defensa, que las prácticas llevadas a cabo en la Junta de Entidades Fundadoras de Caja Navarra, el cobro masivo de dietas, son cosas de "otra época". La época, muy cercana en el tiempo, en la que algunos representantes políticos, como varios de los integrantes de la dirección de UPN, se sentían en posesión de inmunidad. Hiciesen lo que hiciesen, no pasaba nada.

Podemos asegurar que efectivamente, Miguel Sanz y Yolanda Barcina, por señalar a los principales actores del desaguisado, son políticos de otra época. Una época negra salida de la llamada "transición española", en la que la mayoría del arco político, salvo honrosas excepciones, firmaron un pacto de no agresión en el que se daba por descontado que todos ellos iban a participar en el reparto de prebendas. Estos son los resultados.

Los hechos protagonizados por Sanz y Barcina en Caja Navarra, entidad que tenian cooptada junto a algunos ilustres miembros del PSN, producen vergüenza. No solo han contribuido con sus decisiones erróneas a la práctica desaparición de la entidad de ahorros, ahora en manos de La Caixa, sino que durante su paso por los organismos ejecutivos y de control de la misma han practicado el cobro indiscriminado de dietas.

Dicen ahora, una vez que hasta su vocero oficial, "Diario de Navarra", les ha afeado la conducta, que van a devolver parte de las dietas indebidamente cobradas. Un gesto que sería de agradecer si afectase al montante total de lo cobrado, pero que en ningún caso anula las responsabilidades políticas contraídas.

A Miguel Sanz, presidente por accidente de unas bodegas públicas, pero sin responsabilidades directas en las tareas de gobierno, tan solo se le puede pedir que abandone ese cargo empresarial, fruto innegable de su condición de ex presidente del Gobierno de Navarra.

A Yolanda Barcina, en cambio, habría que exigirle su inmediata dimisión como máxima responsable de ese Gobierno. Por mucha dieta que devuelva, su implicación directa en todo el entramado la inhabilita para seguir al frente del ejecutivo que gobierna el territorio. La convocatoria de elecciones es una necesidad, ahora sí, urgentísima.

La catarata de casos de corrupción que se han destapado en los últimos meses están poniendo en entredicho la propia razón de existir de la política. El descreimiento popular respecto a los políticos se extiende como una mancha de aceite. Esa sensación supone el mejor caldo de cultivo para la irrupción de presuntos salvadores que puedan embaucar a una mayoría social en aventuras delirantes. Habrá que volver a insistir en que la política y los políticos son necesarios, imprescindibles. Lo que no es imprescindible es la corruopción, el amiguismo, el tráfico de influencias o el robo por parte de supuestos servidores del interés general. Política sí, pero política transparente, honrada, bajo el control directo de la sociedad civil y siempre al servicio de la ciudadanía, no del interés privado de unos pocos. 


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