2012/03/19

Muchos árboles, un único bosque soberanista

La evolución del escenario político vasco no responde al esquema de una carrera de caballos, ni al del maratón. Más bien se parece al devenir del pelotón ciclista en una etapa de media montaña. Una veces se acelera la marcha, entonces todo el mundo enloquece; otras se remansa la velocidad, tiempo ideal para comer, beber y recuperarse del esfuerzo; y en algunas ocasiones, las menos, los ciclistas deben echar pie a tierra, de forma momentánea, ante las barreras de un paso a nivel.

Así, los observadores, los analistas y el público en general, pasan de la ansiedad a la depresión. Un día da la impresión de que todo empieza a ser distinto, y al siguiente nos percatamos de que apenas si ha cambiado nada. Se pasa de la euforia al pesimismo sin solución de continuidad e incluso en algunos sectores se empiezan a detectar signos de un cierto desencanto.

Estamos empezando un tiempo nuevo, en el que los parámetros anteriores han quedado caducos, obsoletos. Un tiempo en el que se mezclan novedades con viejas inercias, por lo que se hace difícil avanzar sin tropezarse. Un tiempo en el que a los nuevos desafíos no se les puede responder siguiendo manuales de los años ochenta, viejas recetas ya inservibles. Es necesario construir nuevas respuestas ante las nuevas preguntas que se nos presentan.

¿En qué momento estamos? Nos encontramos en un panorama presidido por la llegada del Partido Popular al Gobierno de España, mientras el Estado francés vive un nuevo periodo electoral de cara a las presidenciales. Un panorama marcado a su vez por los éxitos electorales de Bildu y Amaiur en los comicios locales y estatales. Y, sobre todo, un panorama diferente tras el anuncio de la organización clandestina ETA de cesar en su actividad armada, hace ahora cinco meses.

En este escenario político se entremezclan las luces y las sombras. Y también las incertidumbres sobre el próximo futuro. El frente judicial sigue abierto con los procesos en la Audiencia Nacional a D3M y Askatasuna, con la resolución en el Supremo sobre el caso Bateragune y, especialmente, con lo que diga el Tribunal Constitucional español respecto a la llamada "Doctrina Parot" y la legalización o no de Sortu.

A ello se añade todo lo relacionado con la política penitenciaria, es decir, con la situación de los cientos de presos políticos vascos, que siguen dispersos, sin aplicarseles la legislación ordinaria y algunos de ellos padeciendo graves enfermedades.

Para valorar en su verdadera dimensión todo esto, es necesario ampliar el enfoque, alejarse un poco del foco central y contemplar el bosque en su conjunto, no los árboles uno a uno. Si hacemos ese ejercicio, nos daremos cuenta de que hemos avanzado en la buena dirección, que se está dando una amplia acumulación de fuerzas soberanistas y que en el terreno social se va a producir una nueva huelga general liderada por las centrales abertzales.

Ahora bien, el nuevo tiempo y la correspondiente toma de decisiones, facilita que existan sectores, grupos o sensibilidades que no se sientan debidamente atendidas. Es lógico que suceda y es humanamente entendible. Otra cosa es que se compartan algunas escenificaciones llevadas a cabo últimamente.

En el bosque del soberanismo todo el mundo es importante, pero nadie es imprescindible. Los agravios comparativos, los afanes de protagonismo o las maniobras para situarse ante una futura irrupción de Sortu como marca legal, quedan fuera de lugar. Lo decisivo es aportar al proceso general desde el trabajo de cada uno, por muchos méritos históricos que se puedan aducir. Siempre han existido clubes políticos, asociaciones de diversa indole, personalidades de larga trayectoria y capillas varias. Y, sin duda, seguirán existiendo. Otra cosa es que todas ellas primen el aporte al cauce común general, sobre el particular afán de protagonismo. Acertar en la búsqueda del necesario equilibrio entre ambas dimensiones es la clave para que el bosque crezca, sin tener que dilucidar dónde se encuentra cada poderoso roble, cada monumental haya, cada fructífero castaño o cada humilde pino.

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