2012/03/30

Un camino largo y difícil

Casi todo el mundo coincide en que en Euskal Herria se está abriendo paso, a veces a trompicones, un nuevo tiempo político. Gracias, sobre todo, a la iniciativa unilateral de la izquierda abertzale, que ha dado un giro a su estrategia y se ha comprometido con las vías exclusivamente pacíficas y democráticas. Un nuevo tiempo que va a costar asentar, dados los obstáculos puestos por parte del Estado, especialmente por PP y PSOE, y las precauciones observadas en otros agentes, como el PNV o ELA. Incluso hoy mismo hemos podido comprobar como la mayoría de parlamentarios de Aralar prefieren ir de la mano de PP y PSOE que romper la baraja a favor de un diálogo multilateral y sin exclusiones. Puede ser su último canto de cisne, aunque en política nunca se sabe.

Volviendo al inicio, conviene recordar que la izquierda abertzale se ha cansado de repetir que el camino hacia ese nuevo tiempo político, hacia ese nuevo marco democrático y nacional vasco, será largo y difícil. Que va a necesitar del esfuerzo coordinado de muchos brazos, que se darán avances y retrocesos. Que, en definitiva, nadie piense que el paraíso se encuentra a la vuelta de la esquina.

El caso es que mientras el ex jefe de gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell, recordaba ayer en Bruselas que "si quieres la disolución de una organización armada, si quieres avanzar, debes implicarte, comprometerte y dialogar", en Madrid, coincidiendo con la huelga general, el pleno del Tribunal Constitucional rechazaba todos los recursos, salvo tres, interpuestos por presos vascos a los que se había aplicado en su día la llamada "doctrina Parot". No parece que sea una buena manera de implicarse, comprometerse y dialogar.

Lo ocurrido en Bruselas y Madrid son dos caras de un mismo proceso, de dos realidades que se enfrentan y que, por el momento, no parece que vayan a confluir en ninguna iniciativa tendente a avanzar en la resolución del llamado conflicto vasco. Es más, son ya muchas las señales procedentes de Madrid que evidencian una apuesta de los actuales poderes del Estado por el inmovilismo y el no diálogo.

Ahora bien, si ellos tienen sus herramientas para torpedear el proceso hacia un nuevo tiempo político, nosotros tenemos las nuestras. Un ejemplo significativo se produjo en el día de ayer, en el que los trabajadores salieron de forma masiva a la huelga y a la calle, para denunciar la énesima reforma laboral de Madrid. Un huelga que superó con mucho en incidencia a la que se desarrolló en el Estado, volviendo a demostrar que Euskal Herria es una nación.

La huelga, que ha sido calificada de histórica por su alcance, era completamente necesaria, pero no puede quedar ahí, porque sería insuficiente. Las fuerzas que han tirado del carro, que se han plantado ante el nuevo ataque del neoliberalismo, deben seguir coordinando esfuerzos en la misma dirección. Ha sido un serio aviso al Gobierno español, a los gobiernos autonómicos de Gasteiz e Iruñea y a las patronales Confebask y CEN, pero por sí solo no va a conseguir doblegar la estrategia del capitalismo real.

Es más evidente qyue nunca la necesidad de un bloque de izquierdas, soberanista, que ponga freno a los desafíos que está poniendo en marcha el PP, con la anuencia de las patronales. Un bloque que sin descuidar la reclamación del derecho a decidir, como nación que somos, profundice en el combate contra las desigualdades sociales, el desempleo, la corrupción, el fraude fiscal y todos aquellos asuntos que se sitúan en la agenda social de este país. La profunda crisis económica que atravesamos así lo demanda.

2012/03/19

Muchos árboles, un único bosque soberanista

La evolución del escenario político vasco no responde al esquema de una carrera de caballos, ni al del maratón. Más bien se parece al devenir del pelotón ciclista en una etapa de media montaña. Una veces se acelera la marcha, entonces todo el mundo enloquece; otras se remansa la velocidad, tiempo ideal para comer, beber y recuperarse del esfuerzo; y en algunas ocasiones, las menos, los ciclistas deben echar pie a tierra, de forma momentánea, ante las barreras de un paso a nivel.

Así, los observadores, los analistas y el público en general, pasan de la ansiedad a la depresión. Un día da la impresión de que todo empieza a ser distinto, y al siguiente nos percatamos de que apenas si ha cambiado nada. Se pasa de la euforia al pesimismo sin solución de continuidad e incluso en algunos sectores se empiezan a detectar signos de un cierto desencanto.

Estamos empezando un tiempo nuevo, en el que los parámetros anteriores han quedado caducos, obsoletos. Un tiempo en el que se mezclan novedades con viejas inercias, por lo que se hace difícil avanzar sin tropezarse. Un tiempo en el que a los nuevos desafíos no se les puede responder siguiendo manuales de los años ochenta, viejas recetas ya inservibles. Es necesario construir nuevas respuestas ante las nuevas preguntas que se nos presentan.

¿En qué momento estamos? Nos encontramos en un panorama presidido por la llegada del Partido Popular al Gobierno de España, mientras el Estado francés vive un nuevo periodo electoral de cara a las presidenciales. Un panorama marcado a su vez por los éxitos electorales de Bildu y Amaiur en los comicios locales y estatales. Y, sobre todo, un panorama diferente tras el anuncio de la organización clandestina ETA de cesar en su actividad armada, hace ahora cinco meses.

En este escenario político se entremezclan las luces y las sombras. Y también las incertidumbres sobre el próximo futuro. El frente judicial sigue abierto con los procesos en la Audiencia Nacional a D3M y Askatasuna, con la resolución en el Supremo sobre el caso Bateragune y, especialmente, con lo que diga el Tribunal Constitucional español respecto a la llamada "Doctrina Parot" y la legalización o no de Sortu.

A ello se añade todo lo relacionado con la política penitenciaria, es decir, con la situación de los cientos de presos políticos vascos, que siguen dispersos, sin aplicarseles la legislación ordinaria y algunos de ellos padeciendo graves enfermedades.

Para valorar en su verdadera dimensión todo esto, es necesario ampliar el enfoque, alejarse un poco del foco central y contemplar el bosque en su conjunto, no los árboles uno a uno. Si hacemos ese ejercicio, nos daremos cuenta de que hemos avanzado en la buena dirección, que se está dando una amplia acumulación de fuerzas soberanistas y que en el terreno social se va a producir una nueva huelga general liderada por las centrales abertzales.

Ahora bien, el nuevo tiempo y la correspondiente toma de decisiones, facilita que existan sectores, grupos o sensibilidades que no se sientan debidamente atendidas. Es lógico que suceda y es humanamente entendible. Otra cosa es que se compartan algunas escenificaciones llevadas a cabo últimamente.

En el bosque del soberanismo todo el mundo es importante, pero nadie es imprescindible. Los agravios comparativos, los afanes de protagonismo o las maniobras para situarse ante una futura irrupción de Sortu como marca legal, quedan fuera de lugar. Lo decisivo es aportar al proceso general desde el trabajo de cada uno, por muchos méritos históricos que se puedan aducir. Siempre han existido clubes políticos, asociaciones de diversa indole, personalidades de larga trayectoria y capillas varias. Y, sin duda, seguirán existiendo. Otra cosa es que todas ellas primen el aporte al cauce común general, sobre el particular afán de protagonismo. Acertar en la búsqueda del necesario equilibrio entre ambas dimensiones es la clave para que el bosque crezca, sin tener que dilucidar dónde se encuentra cada poderoso roble, cada monumental haya, cada fructífero castaño o cada humilde pino.

2012/03/09

Lehendakari amortizado

Patxi López
La intervención de Patxi López en el parlamento de la CAPV supone el final de un ciclo. Su falta de liderazgo a lo largo de toda la legislatura se ha acrecentado desde que la organización clandestina ETA anunció el 20 de octubre el cese de su actividad armada. El histórico comunicado le pilló al otro lado del oceáno, en una imagen clarividente de su inanidad política. Un hombre cuya mayor mérito ha sido medrar en el escalafón del partido, en el que le introdujo su padre, carece de virtudes para ejercer el gobierno con eficacia. Desde esa fecha no ha movido ficha, salvo algunas declaraciones huecas, y el tiempo se le ha acabado. Su crédito, si alguna vez lo tuvo, ha quedado, tras lo visto el jueves, amortizado.

Atrapado entre la opinión mayoritaria de la sociedad, que quiere avanzar hacia una Euskal Herria libre y en paz, y el control que sobre él ejerce el PP, López no ha sabido maniobrar en ningún momento. Es, con mucho, el lehendakari con perfil político más bajo. Es más, nunca debió acceder al cargo, ya que su pírrica "victoria" se fraguó en Madrid, gracias al apartheid a la izquierda independentista. Si no hubiera sido por esa circunstancia, jamás habría llegado López a Ajuria Enea.

Su plan de actuación, para lo que el llama final del ciclo de ETA es absolutamente insuficiente. Es irreal, temeroso y pacato. López debería saber que ante un nudo gordiano la única solución consiste en blandir la espada y hacerse paso hacia adelante, dejando a un lado sus ataduras con Madrid y el mundo del PP y las víctimas.

Su política de paños calientes, enviando guiños a unos y otros, sin saber que rumbo tomar, ha encallado en los acantilados de la complicada realidad sociológica vasca. La legislatura está finiquitada y todo el mundo es consciente de que Patxi López no tiene ninguna posibilidad de repetir como lehendakari. La batalla se dirimirá entre el PNV y la candidatura que presente la izquierda soberanista. El PSE puede que ni siquiera sea la tercera fuerza electoral en la CAPV.

Si López tuviera un mínimo de talla política, reconocería su fracaso, disolvería la cámara y convocaría nuevos comicios lo antes posible. Este país no se puede permitir por más tiempo la existencia de un parlamento tramposo, que no refleja la verdadera realidad política de los tres territorios. Le costará dar ese paso al lehendakari, pero lo tendrá que dar más temprano que tarde. Cuanto más meses se enroque en su refugio de Ajuria Enea, más amplia será su derrota en las urnas.

2012/03/06

Aquí, a la izquierda

Van ya para cinco años de crisis económica, eufemismo que oculta la verdadera cara del capitalismo. Un sistema económico basado en la explotación, que arroja a la cuneta a todas aquellas personas que no le son útiles para sus fines. Los periodos de crisis son consustanciales a este sistema, como lo es el desempleo, el mejor aliado de los empresarios para contratar mano de obra cada vez más barata y en condiciones más precarias.

También es consustancial al capitalismo la corrupción, que siempre ha existido. Alarmarse por su propagación en estos años es un gesto de hipocresía social. La ideología capitalista, basada en la búsqueda del mayor beneficio posible en el menor tiempo, es una invitación a la corrupción.

Volviendo a la crisis, tras años de despilfarro en las cuentas públicas, cuando el dinero de todos se malgastaba en espectáculos como las carreras de bólidos del Bilbao made in Azkuna, llegan los tiempos del ajuste. Los excesos de antaño se han convertido en los apuros de hoy y de mañana. El dinero público se retira hasta de las carreras ciclistas.

En este complicado contexto le ha tocado gobernar una diputación foral y cientos de ayuntamientos a la izquierda independentista y soberanista. Bildu, tras unos extraordinarios resultados electorales, ha tenido que asumir una responsabilidad sobrevenida. No podía esconder la cabeza debajo del ala. Su electorado no se lo habría perdonado.

Sin embargo, la asunción de responsabilidades institucionales debe ir acompañada de un perfil ideológico que identifique el trabajo en la Administración foral y local con las señas de identidad históricas del sector social al que se representa. Equilibrar ingresos y gastos es una tarea obligada, eso se asume, pero el asunto estriba en dónde se recorta y en dónde se mantiene la apuesta.

Puede parecer una perogrullada, pero la izquierda independentista es de izquierdas. Se mueve en ese amplio cauce al que llamamos socialismo, con acentos más prágmáticos y más doctrinales, según los casos. Esa seña de identidad fundacional no puede diluirse en un periodo de gestión, que puede ser coyuntural.

La izquierda independentista tiene que estar atenta a lo que ocurre en nuestra sociedad. A los miles de personas que se encuentran en desempleo, a los cientos de desahuciados de sus viviendas, a los trabajadores en situación precaria, a los autónomos que pasan enormes dificultades, a los pensionistas que ven como disminuye su capacidad adquisitiva, a tantos miles de jóvenes que no han tenido la oportunidad de realizar su primer trabajo remunerado.

La situación es de auténtica alarma social, y va mucho más allá de la protesta ante la enésima reforma laboral. Una reforma que requiere de una respuesta contundente, por supuesto, como lo será la huelga del 29, pero que apenas les va a importar a quienes se encuentran en paro, expulsados del mercado de trabajo.

Nadie duda de la profunda convicción abertzale de la izquierda independentista. Ese label se le otorga desde todo el arco político. Lo que se trata ahora, en medio de esta deteriorada situación económica, es de sacar lo mejor del componente de izquierdas y progresista que atesora, para plantear a la sociedad vasca alternativas viables al capitalismo realmente existente. Un capitalismo descontrolado que está empeorando las condiciones de vida de miles y miles de ciudadanos de este país. Un capitalismo al que hay que poner freno desde la izquierda política y social, porque de lo contrario, los retrocesos pueden ser históricos.

Estekak:

    2012/03/01

    Treinta de febrero

    Algunos políticos viven permanentemente en año bisiesto y confunden el uno de marzo con el treinta de febrero. La lista sería larguísima, así que no habrá más remedio que condensar. Podemos empezar por Patxi López, que ha asegurado que presentará ante el Parlamento su decálogo de septiembre, actualizado claro está, porque desde que lo presentó se han producido novedades. Novedades que a él le han pillado algo lejos de Ajuria Enea. No hace falta señalar que la ciudadanía está expectante a la espera de que el señor López verbalice su remozado decálogo para la paz.

    Otro que se mantiene en el despiste permanente es Jaime Mayor Oreja, flamante presidente de la Fundación Valores y Sociedad, al parecer dedicada a difundir el mensaje cristiano del Papa entre su entorno, incluido el Partido Popular. Mayor sigue en sus trece. Hoy mismo le publican una larga entrevista en "Abc", diario que pierde millones de euros cada año, en la que vuelve a dar la lata con la amenaza secesionista que se cierne sobre España en las próximas elecciones autonómicas vascas. Tiene miedo de que gane la izquierda abertzale, es decir, que la mayoría de los ciudadanos depositen su confianza en ella. Un demócrata de libro, de aquellos libros de Formación del Espíritu Nacional que algunos tuvimos que soportar en el colegio.

    La líder incuestionable del partido UPyD, Rosa Díez, es otro claro ejemplo de política bisiesta, de las que no se enteran de que hoy es ya uno de marzo. Una mujer que conoce a la perfección el conflicto vasco, porque es de Enkarterri, pero a la que le interesa seguir en las tesis viejunas del antiterrorismo casposo. Una estrategia que le permite arañar votos del PSOE y del PP, los votos de esos taxistas que tienen siempre en el dial a Federico Jimenez Losantos o a Carlos Herrera. Vive en el pasado, a pesar de estar aconsejada por Savater y Vargas Llosa. ¿O será precisamente por eso?

    No podemos concluir esta lista sin mencionar los méritos de Yolanda Barcina, una burgalesa, medio vizcaina, que pasa por ser más navarra que San Fermín. La presidenta de la CFN dice que tendrá voz en el proceso del final de ETA, que se lo ha prometido Rajoy. Y es muy probable que tenga razón y que el presidente español le consulte todas las mañanas sobre las cuestiones a abordar en dicho proceso. Del mismo modo que Rajoy consultará al presidente de Cantabria o al de La Rioja.

    Aunque hemos completado la lista con personajes vascos o asimilados por adopción, como el caso de la presidenta navarra, no podemos dejar pasar la oportunidad de destacar la visita de Nicolas Sarkozy a Euskal Herria. Casualidad o no, ha elegido un treinta de febrero para hacerla. Solo por eso ya tiene mi aplauso. Si además considera que hay que abordar el acercamiento de los presos de ETA y añade que está siguiendo con gran interés el proceso tras el anuncio del cese de actividad, pues miel sobre hojuelas. Una pena que los cuatro radicales de siempre le hayan afeado la visita con abucheos. Ya se sabe que ser presidente de Francia es un trabajo muy sacrificado, y Sarkozy, cómo no, quiere repetir en El Eliseo.

    La campaña, esa es la gran diferencia entre Sarkozy y Rajoi. El primero es aspirante a la reelección y tiene que prometer cosas, el segundo ha conseguido su objetivo principal, La Moncloa, e incumple lo prometido en todos los casos, salvo en el del conflicto vasco, donde se aferra al guión. Por el momento.