2011/12/06

PSOE y Euskal Herria ¿hay solución?

Bascaran, Amuategi y militantes del socialismo eibarrés en 1915. Foto: egoibarra.com
Aprovecho que para muchos ciudadanos como yo hoy debe ser  día laboral, porque nada hay que celebrar el seis de diciembre, para adentrarme en las procelosas aguas del PSOE. Un partido, conviene recordar, que tiene como uno de sus principales núcleos fundacionales Bizkaia y dispone en Eibar de una incontestable tradición.

La espectacular derrota sufrida por este partido social-liberal, que ya ni socialdemócrata cabe denominarlo, puede contribuir a que dentro de sus filas se produzcan debates sobre su ideología, su oferta a la sociedad y su adaptación o no a la realidad plurinacional del Reino de España. De hecho, ya han surgido voces, como la de José Bono, afirmando que al próximo líder del partido no le debe dar vergüenza gritar a pleno pulmón ¡Viva España!

No se trata de una boutade más del dirigente castellano-manchego, sino de una de las cuestiones esenciales del debate interno de esta formación, centrado por el momento entre el madridista Rubalcaba y la catalana Chacón. Sin embargo surgen otras opciones, terceras vías, en las que se incluyen personajes de futuro como el vasco Eduardo Madina. Y es que la "pata vasca" del PSOE sigue ahí, con Jaúregui, López, Ares, Benegas, Elorza. Nunca ha desaparecido.

Y ahí quería llegar. La manera en que el PSOE ha afrontado históricamente la cuestión vasca se ha movido como un péndulo, entre el centralismo españolista del bilbaino de adopción Indalecio Prieto y la deriva vasquista y euskaldun del socialismo eibarrés de José de Madinabeitia, Aquilino Amuategi, Marcelino Bascaran o Toribio Etxebarria. Esas han sido, con sus matices, las dos almas del PSOE en estas tierras.

Dos almas en las que ha incidido enormemente el fenómeno de la inmigración de trabajadores españoles y sus familias y el deseo de una parte importante de las estructuras del partido de cuidar y fomentar las relaciones con estas capas de la población, en detrimento de las que representan a la población autóctona.

Ahora surgen rumores sobre la puesta en marcha de contactos para establecer una vía vasquista en el PSOE, propiciada, entre otros, por antiguos partipantes en el proyecto de Euskadiko Ezkerra, siglas que todavía utiliza el PSE. Una vía en la que estarían interesados algunos destacados dirigentes del partido, sobre todo en Gipuzkoa.

El anuncio del cese de actividad armada por parte de ETA y la irrupción de un potente espacio de izquierda soberanista/independentista son datos que pueden contribuir a atizar el debate interno en el PSOE. La vieja receta antiterrorista, heredera en buena parte del discurso de García Damborenea, ya no tiene cabida. Estamos en los comienzos de un nuevo tiempo y da la impresión de que personajes de la cultura, como Elias Querejeta, aún residiendo en Madrid, captan mejor lo que está ocurriendo que muchos integrantes del PSE y el PSN. 

Estaremos atentos a los posibles movimientos que se produzcan, pero vacunados con una enorme dosis de incredulidad. Es más propable que todo ello se trate de una operación de maquillaje, más que de una verdadera refundación del PSOE vasco-navarro, que es lo que tocaría en esta coyuntura histórica.

Una de las primeras cuestiones que debería abordar esta corriente, en múltiples ocasiones mayoritaria en las urnas de los cuatro territorios del sur vasco, no lo olvidemos, es el reconocimiento de la realidad nacional vasca. Ese hecho obligaría a restaurar la unidad, o al menos la federación, de todas las agrupaciones socialistas vasco-navarras, lo que a día de hoy se antoja una utopía, pero que era una realidad cotidiana hace treinta años.

A esa reestructuración interna, creo que decisiva, debería unirse un despege radical de la cultura del tándem PP-UPN, con los que forman gobierno en Nafarroa Garaia y tienen un acuerdo de hierro en la CAPV. La izquierda, socialdemócrata o no, debe marcar distancias con la derecha. Pero no solo en el tema socioeconómico, sino también en la manera de asumir la cultura del país, el euskara o la reclamación de las selecciones deportivas vascas, por poner algunos ejemplos. No es necesario que abracen los libros de Sarrionandia, pero sí que lean más a Uribe o a Lertxundi que a Pérez Reverte o Aramburu.

Como guinda del cambio, el PSOE de Euskal Herria debería tener personalidad jurídica propia, al modo del PSC catalán, lo que le permitiría poseer una voz autónoma a la de su socio español en todos los temas relacionados con nuestro país, que no son pocos.

La corriente ideológica y social que representa el PSOE en Euskal Herria se enfrenta, debido a la enorme crisis de identidad que padece, a la oportunidad de emprender un camino nuevo, que le aleje de las viejas inercias que han pivotado durante décadas su relación natural con el país. Ya no hay disculpas, pero si estos mínimos cambios no se abordan en profundidad y con convicción, la oportunidad se puede transformar en el inicio de la decadencia, que en territorios como el navarro ya empieza a vislumbrarse por su dependencia enfermiza con el núcleo de poder que representa UPN y toda su red clientelar.

Seguro que el temor de que la izquierda soberanista, haciendo política día a día, le arrebate parte de sus bases sociales se encuentra entre las preocupaciones de sus líderes más despiertos. Una izquierda soberanista que está haciendo su recorrido a velocidad de crucero, mientras el PSOE se encuentra paralizado, maniatado por el PP y UPN, e incapaz de emprender su propio camino.

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