2011/10/05

Tetraplicidades

Las consultoras Deloitte y Everis han elaborado un "informe sobre duplicidades e ineficiencias en las Administraciones Públicas Vascas" en el que se afirma que ascienden a 403 millones de euros los gastos que asumen las instituciones en competencias que no les corresponden. La necesidad de recortar gastos en época de vacas flacas tiene estas ventajas. Salen a la luz con más facilidad estas cuestiones, normalmente ocultas.

Es un paso adelante, sin duda, pero este asunto remite a otro más profundo, como es la propia estructuración institucional vasca. Dejando por un momento a un lado la división territorial que sufrimos, es evidente que una correcta administración y gestión de los recursos aconseja una reforma en profundidad. En la propia CAPV tenemos dos empresas para gestionar la autopista A-8, una para el tramo vizcaino y otra para el guipuzcoano. Y siguiendo con el transporte, en Bizkaia se pone en marcha en enero la tarjeta Barik cuando en Gipuzkoa lleva funcionando hace tiempo una similar, y con éxito, la de Lurraldebus. Solo de pensar en los gastos del desarrollo informático de las dos aplicaciones paralelas le entran a uno sudores fríos. 

Los ejemplos serían interminables y están en la mente de todos. El encaje institucional que se hizo a finales de los años setenta, con las peculiaridades forales que afectan a los cuatro territorios del sur vasco, han llevado a la creación de una pirámide institucional en la que se solapan ayuntamientos, mancomunidades comarcales, diputaciones forales, gobiernos autonómicos y administración estatal. Semejante entramado, por muy bien que se engrane para que no se produzcan duplicidades, genera de todas todas gastos superfluos.

En clave de futuro habría que poner en cuestión la necesidad de mantener las diputaciones tal y como las conocemos en estos momentos. Si las haciendas forales deben continuar, por mor del Concierto Económico, habría que adelgazar el resto de la estructura institucional provincial al mínimo posible, teniendo en cuenta que somos un país de poco más de tres millones de habitantes. La disgregación, a la que tan aficionados somos los vascos, independentistas del barrio propio frente al municipio que lo engloba -aunque el ayuntamiento se encuentre a tres kilómetros de distancia- tiene que ser corregida. El futuro de los municipios de menos de 500 habitantes también debería ser estudiado. Tener ayuntamiento propio no tiene que ser siempre la mejor solución, la federación o concejo con otros núcleos de similar tamaño es una posibilidad a tener en cuenta.

El turismo, la investigación y el desarrollo o la acción cultural deben ser campos en los que se tengan que aunar esfuerzos. Promocionar el turismo de forma localista es una torpeza. Se trata de vender una oferta de país (Visit Basque Country) en la que tomen parte todos los atractivos que acumulamos en la costa y el interior. Y así en muchos otros campos de trabajo para la administración.

Los intereses de unos y de otros, los partidismos, los provincialismos y otros cuantos ismos que nos enredan, dificultan que se abra un debate de ideas sobre el particular. Es cierto que en los últimos años una mayoría de ciudadanos puede coincidir en reivindicar el derecho a decidir, lo cual es un paso importante. También deberíamos trabajar en consensuar un modelo de administración que suponga un salto adelante, un ahorro económico y una mayor eficiencia en la gestión. Seguramente habrá que esperar a la conclusión del ciclo electoral en el que estamos incursos, pero mientras tanto estaría bien ir avanzando algunas propuestas.

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