2010/01/05

¿Pero esto era todo?

Cuando comenzó el mes de diciembre se dispararon las expectativas. Teníamos ante nuestros ojos un calendario repleto de acontecimientos históricos. Bueno, al menos de fechas festivas y celebraciones varias. Santa Lucía, San Tomás, Lotería, Olentzero, Navidad, Los Inocentes, Nochevieja, Año Nuevo, Reyes...

Prácticamente estamos al final del viaje y todo sigue más o menos igual. Tal vez hayamos cogido algo de peso en el trayecto, pero el tiempo sigue siendo frío y lluvioso y la realidad se presenta tan inhóspita como hace un mes.

El hombre es animal de costumbres, es evidente, y le gusta tropezar en las mismas piedras año tras año. Está visto que no tenemos remedio. Puede ser que, al socaire de la crisis, hayamos bajado un pelín el pistón consumista, pero visto el espectáculo del día 4 en Donostia, no creo que la influencia haya sido tan importante.

Calles inundadas de consumidores ávidos por llevarse algo a la bolsa de plástico, colas para pagar en librerías y centros comerciales, trenes repletos de viajeros a última hora de la tarde, ambiente distendido y bastantes ganas de poner la última guinda al carrusel festivo y consumista.

Puede que realice un retrato parcial de la situación, pero me temo que no estoy exagerando nada. Es el mismo panorama que se puede ver en cualquier ciudad europea.

Igual que los demás

Podemos seguir haciéndonos la ilusión de que somos diferentes, pero la ola globalizadora nos está envolviendo cada vez más. En la calle, en la fiesta, en el deporte, en los medios de comunicación, en las nuevas tecnologías, en casi todas las variables a computar.

Ayer mismo, a pie de escalera de un centro comercial donostiarra, comentaba sobre todo esto con un amigo. Coincidíamos en la misma preocupación por el futuro, ante la falta de una malla que nos permite defendernos de tanta invasión, de tanto colonialismo socio-cultural.

Puede que ya sea demasiado tarde, que el tren que debimos coger y perdimos a última hora no vuelva a pasar por nuestra estación, pero al menos podríamos reunirnos, aunque sea en internet, y debatir sobre el futuro soberano de nuestro país. Igual resulta que para cuando lleguemos a disfrutar de un marco jurídico propio, los marcos propios no tengan ya demasiado sentido, al haber sido engullidos por la constante aceleración de las nuevas tecnologías en todo los entornos.

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