2008/02/09

¿Qué hacer?

La catarata de decisiones jurídico-penales, que no son más que el envoltorio de otras políticas, anteriormente tomadas, nos puede impedir ver el bosque del escenario global del país. No podemos quedarnos ensimismados observando el intrinquado árbol jurídico-novelístico de Garzón, ni el esperpéntico embrollo manufacturado por el TS en el así llamado Palacio de las Salesas.

Lo sustancial, a esta hora de Euskal Herria, es que a una parte significativa de la ciudadanía vasca/navarra se le va a impedir ejercer el derecho al sufragio universal el próximo 9 de marzo. Ya sé que se trata de unas elecciones españolas(también las hay en Francia), pero al fin y al cabo todos llevamos la rojigualda en el carnet, al menos los de la Navarra Peninsular. Por lo tanto, la democracia deja incluso de ser formal y se convierte en una mera representación teatral, a la que ese sector, el independentista consecuente, deberá asistir como convidado de piedra.

Es cierto que hay alguna manera de sacarse una foto en ese burdo teatrillo de feria, pero será, en cualquier caso, una foto distorsionada hasta la extenuación. Una caricatura que a algunos tranquilizará, pero a mí, particularmente, no me servirá de mucho.

Constato, y creo que es decisivo antes de tomar cualquier resolución, que la democracia española no lo es tal. Al menos en lo que se refiere a los ciudadanos "españoles" que no se declaran como tales, sino simple y llanamente como vascos/navarros. No es necesario haber estudiado Derecho para confirmarlo.

Ahora bien, dicho todo esto, es necesario dar otro paso. ¿Qué hacer? Tanto de cara al 9 de marzo, como a medio y largo plazo. A corto plazo se me ocurren tres alternativas posibles a tratar. 1/ dar el voto a formaciones vascas seudoindependentistas, como mal menor. 2/ Acudir a las urnas con papeletas de las formaciones anuladas, o sea, voto nulo. 3/ Abstenerse de acudir a las urnas y realizar un boicot pacífico a los comicios españoles.

La primera alternativa la expongo porque es real y habrá ciudadanos independentistas que la adopten, cansados de votar nulo o incómodos con la estrategia general de la izquierda independentista. Están en su perfecto derecho, pero considero que es un error. Esos votos prestados serán utilizados para alimentar estrategias que en ningún caso van a conducir hacia una vía independentista. Ibarretxe logró en su día acaparar votos prestados y los desperdició en muy poco tiempo.

La segunda es la que probablemente sea mayoritaria entre las gentes de la izquierda independentista. Se trataría de agrupar fuerzas en torno al voto nulo a ANV, en un intento de que otras formaciones políticas no se aprovechen de la ilegalización. Es una postura lógica, que ya se ha utilizado en anteriores comicios, pero que no deja de legitimar a éstos. Si el discurso de la izquierda independentista habla de estado de excepción y vulneración de derechos, no es demasiado coherente participar en las elecciones, aunque sea mediante papeletas de una formación ilegalizada.

La tercera opción es para mí la más coherente de todas. Si no se dan las condiciones mínimas para participar en las elecciones (como ocurría en 1977), es evidente que no se puede entrar en ese juego. El corolario es la abstención activa, denunciando los atropellos y reivindicando una solución negociada para resolver de una vez el contencioso España-Euskal Herria. Si el índice de abstención fuese significativamente alto, sería cuestión de reivindicarlo y sacarlo a colación en foros internacionales. Reconozco que esta alternativa tiene debilidades, como el contaje de resultados. Pero obsesionarse por los números es una manera de mostrar dudas sobre la fortaleza de un planteamiento político que, nacido en 1958, sigue estando plenamente vigente, al menos en sus bases principales.

En cuanto a la alternativa a construir a medio-largo plazo, será cuestión a tratar más adelante, a partir del 9 de marzo y sus secuelas, que las habrá y diversas. Está meridianamente claro que, de no mediar sentencia favorable en Estrasburgo, la actual estrategia de la izquierda independentista es difícilmente perdurable en el tiempo. El acoso del Estado es tal que se hará necesario abrigar nuevas fórmulas organizativas y de trabajo público.

En este momento no se dan las condiciones mínimas para profundizar más en el tema, por razones obvias. No tengo ninguna vocación de profeta. Tan sólo apunto detalles que otros, más sabios y experimentados, podrán algún día concretar.

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