2007/12/30

Mi prólogo a "Represión y reparto del Estado navarro"

Toda suerte de criminal gusta de borrar los rastros de sus fechorías, sean éstas materiales o de índole espiritual. Si se ha derramado sangre, vierte lejía; entrega a las llamas documentos y escritos comprometedores; arroja al fondo de las aguas el arma homicida; compra jueces, doctores e historiadores; alquila al mejor precio abogados de prestigio; amenaza y silencia testigos; desmocha torres y murallas; arruina haciendas; destierra a quien le pueda importunar; en definitiva, extiende un tupido manto de silencio sobre las huellas de sus crímenes. En su delirio enfermizo, confía en que nunca se sepa la verdad de lo acontecido y suele suceder, para nuestra desgracia, que en muchas ocasiones alcanza su objetivo.

Sin embargo y muy a su pesar, siempre suelen quedar indicios, datos nimios e incluso intrascendentes, que bien hilados, pueden conducir a quien se lo proponga a dibujar una versión bastante aproximada de lo verdaderamente sucedido. A veces la propia arrogancia y superioridad que sostiene sobre la víctima, hace que el criminal cometa pequeños errores. Analizados con detenimiento éstos por expertos en la cuestión, arrojan luz sobre los hechos escondidos y desarman las versiones oficiales, siempre más cercanas a la falsedad que a la certeza. Y es que, lamentablemente para estos criminales, siempre hay un Sherlock Holmes dispuesto a enderezar los entuertos cometidos, a escribir con la mayor fidelidad posible los sucesos acaecidos y a restaurar la dignidad de la víctima, poniendo al criminal en su sitio.

En la historia que nos incumbe, y gracias al trabajo del autor de este libro, descubrimos que los parabienes que supuestamente se habían dado a los ocupantes castellanos, no eran tal. Que tras la conquista del Reino de Navarra por tropas extranjeras, continuó habiendo resistencia al invasor. Que a la utilización de la espada le siguió la cárcel y la horca para los disidentes; la ocupación de cargos por parte de gentes ajenas al reino o el abuso sobre los naturales en la construcción de defensas, ante la inestabilidad creciente del poder ocupante.

Quienes planearon, concertaron y llevaron a cabo la conquista de Navarra, allá por los inicios del siglo XVI, intentaron seguidamente borrar las huellas de sus fechorías, incumpliendo incluso sus propias leyes. A la derrota por las armas debía de seguir la derrota económica, jurídica, cultural y social, para eliminar cualquier signo de resistencia y asegurar la conquista del reino pirenaico para varias generaciones. A esa sucia labor se dedicaron con empeño los sucesivos virreyes, siendo acompañados en la tarea por el clero y el ejército invasor.

Cinco años faltan para que se alcance el quinto centenario de la consumación de la conquista, en 1512. No fue un paseo militar, como lo demuestran las sucesivas batallas acontecidas en territorio navarro en años posteriores, así como por las escaramuzas continuadas sucedidas a lo largo de ese mismo siglo. No obstante, y pese a que fueron los ocupantes quienes salieron victoriosos de la empresa, nunca han conseguido convencernos de su conveniencia, por mucho que quienes hoy ocupan el Palacio de la Diputación así lo repitan.

A lo largo de todo este tiempo siempre ha habido navarros (o vascones) dispuestos a seguir reclamando la libertad de su nación, por encima de los intereses de españoles y franceses. La publicación del volumen Represión y reparto del Estado navarro (siglos XVI y XVII), supone un intento de mostrar los rastros que en su labor de detective de la historia ha podido ir acumulando Pedro Esarte Muniain, en un trabajo que pone luz de nuevo sobre la sangre derramada, los padecimientos y penurias pasados, las miserias y agravios sufridos por la víctima de los criminales, el pueblo navarro, a quien va dedicado, con la intención de que algún día, más temprano que tarde, sea protagonista de su propia historia, sin estorbos españoles o franceses. Que así sea.

[Prólogo de Joxerra Bustillo Kastrexana al libro "Represión y reparto del Estado navarro" de Pedro Esarte Muniain, editorial Pamiela, Iruñea 2007. Además de en librerías, se puede adquirir en esta dirección ]

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